Esta es la historia de Angulimala, un temido terrorista, quien finalmente cambió su vida después de un encuentro fortuito con Buda. Angulimala era un joven inteligente, el pupilo preferido de su maestro. Sin embargo, por celos, los compañeros lo pusieron en contra de su maestro. En un intento por deshacerse de Angulimala, el maestro lo envió a una misión mortal, encontrar mil dedos humanos para completar sus estudios. Tratando de cumplir esta misión, Angulimala se convirtió en un bandido cruel, que mató a sangre fría, y provocó el desplazamiento de miles de personas. Fue tanta la violencia que desató este joven que el rey envió un ejército para capturarlo.
Un día, Angulimala se encontró con Buda, quien estaba caminando por un bosque. El terrorista le pidió a Buda que se detuviera, pero Buda siguió caminando lenta y calmadamente. Angulimala lo alcanzó y le exigió saber por qué no se había detenido. Buda respondió: “Angulimala, me detuve hace mucho tiempo. Es usted quien no se ha detenido”. Continuó explicando: “Deja de cometer actos que causan sufrimiento a otros seres vivos. Todos los seres vivos quieren vivir. Todos temen a la muerte. Debemos nutrir el corazón de compasión y proteger las vidas de todos los seres”. Sorprendido, Angulimala pidió saber más. Al final de esta conversación, Angulimala juró nunca más cometer actos violentos y decidió convertirse en monje. “Por fin, un sabio venerado, ha venido a este bosque por mi bien”, le dijo Angulimala a Buda.
Hay varios aspectos contradictorios en esta historia. De hecho, no se trata de una bonita historia de conversión. Si trasladamos este cuento al contexto contemporáneo de Colombia, ¿cómo reaccionaríamos si nos enteráramos de que un monje convirtió a un guerrillero o a un paramilitar responsable de masacrar a mil personas? ¿Qué sentiríamos, si además descubriéramos que el terrorista, en lugar de ir a la cárcel, se fue a vivir a un monasterio con el monje? ¿Qué pensaríamos, si además nos informan que el terrorista se convierte en monje sin la necesidad de pedir perdón a sus víctimas? Porque lo interesante de la historia, es que Buda se sobrepuso a la autoridad estatal del monarca y protegió al terrorista de que la ley lo juzgara y condenara por sus delitos. De esta manera, el Buda revierte el equilibro entre la autoridad espiritual y la terrenal. Es más, Buda se convirtió en un cómplice del terrorista. Asimismo, en la historia, Angulimala nunca pide perdón ni repara a sus víctimas. De repente, el cuento de Angulimala pasa de ser conmovedor a convertirse en algo angustioso y fastidioso, que cuestiona el sentido común y las convenciones. Al mismo tiempo, invita a buscar una realidad y una ética que estén más allá del bien y del mal. Es esta la provocación más productiva.
Sugiero, que esta ética tiene raíz en aquella decisión de Buda de dejar de causar sufrimiento a otros seres vivos. De hecho, la condición para el cambio de vida del terrorista fue la transformación personal del mismo Buda a lo largo de su vida.