Como suele pasar en casi todas las familias, esta semana, después de la muerte de la abuela, la mía dedicó muchas de sus horas a desenterrar los álbumes. El de ella estaba intacto en el fondo de un cajón. Era su historia, su herencia, su memoria.
Entonces pensé que los hijos de mis hijos nunca tendrán en sus manos ese objeto casi sagrado, creado a fines del siglo XIX, que lleva el nombre de álbum familiar.
Este ha corrido la misma suerte de los radios de tubos, los discos de acetato, los tocadiscos, los casetes de cinta magnética, los telegramas y las cartas. Todos ellos han sido borrados del mapa por la revolución informática.
Las cartas y los telegramas han sido reemplazadas por el correo electrónico. Los videos grabados en cinta magnética, han...