No se necesita ser uribista ni renunciar al ideal de la paz integral, para objetar los acuerdos de La Habana. Al margen de las glosas formales que deben hacérsele al texto, como, por ejemplo, para declarar que es repulsivo el desdoblamiento del lenguaje (con la absurda separación entre los y las) y de las ambigüedades, imprecisiones e incoherencias que exhibe, la decisión debe ser de verdad en conciencia, sin apasionamiento, sin viejos odios ni nuevos amores. Conciencia ética y conciencia jurídica, tan escasas y exóticas en este país inmediatista que no va más allá de los titulares y las noticias de última hora o de los escándalos que apartan de la realidad e impiden pensar y obrar con espíritu de lo razonable.
Decidir en conciencia, sin temor...