En la vida hay que poner en clave de duda a todo lo que pintan como muy bueno. Dude, cuando alguien se empeñe en maximizar algo por “bueno”. Últimamente estamos bombardeados con publicidad sobre la felicidad de los productores de la palma africana o de aceite: atestiguan cómo la vida les ha cambiado con ese cultivo, de donde se extrae aceite. Colombia es el cuarto productor de aceite de palma en el mundo y el primero en América. A 2015 tenía 7,2 millones de hectáreas sembradas. “Es un buen negocio”, decía el entonces ministro Aurelio Iragorri.
Y no dudo que a campesinos colombianos les ha cambiado para bien la calidad de vida, porque tienen estabilidad económica y pudieron comprar casa, poner a los hijos en la universidad ya que, prácticamente,...