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El nombramiento de Luis Carlos Villegas como ministro de Defensa es un guiño a los amigos de la paz, a la mesa de La Habana, pero es, correlativamente, una pérdida para las Fuerzas Militares, para el discurso más crítico del proceso de paz. El presidente Santos, al relevar a Pinzón, pierde al “policía malo” que había equilibrado mucho su discurso pacifista, y que con esto se la juega más por la negociación y por la preparación para el postconflicto, con el agravante de que no sabemos si ese escenario está a la vuelta de la esquina como siempre se nos dice.
Todo esto es paradójico porque en el momento en que el estamento militar ha estado más inconforme y más desconcertado con muchas decisiones que se han tomado, es cuando se interrumpe la continuidad de la defensa de sus preocupaciones y se opta por una línea más blanda. Entre otras cosas, el papel de Luis Carlos Villegas en La Habana fue marginal, no tuvo una presencia destacada.
Con el nuevo ministro y con la incorporación de Gonzalo Restrepo a las mesa en La Habana, se quiere reforzar el compromiso de involucrar al empresariado en la gestión del postconflicto, como lo demuestra la composición de la Comisión Asesora de Paz y las reuniones que el presidente Santos ha tenido con los empresarios en Medellín.