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Una de las cosas buenas que ha traído la profusión de plataformas de visualización del cine, es que el documental como género cinematográfico es cada vez más apreciado por el gran público. La facilidad de escogerlo entre el menú de opciones le ha permitido a la audiencia comprender mejor la riqueza emocional y la profundidad que puede ofrecer una historia cuando no es ficción.
Con mayor razón, una propuesta como Yo no me llamo Rubén Blades, enfocada en una de las figuras más importantes de la música latinoamericana, se antojaba deliciosamente atractiva. Por fortuna, la película que construye Abner Benaim está a la altura de las expectativas, pues consigue elevarse durante muchos momentos de la biografía laudatoria o del mero registro cronológico....
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