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Con la salida de Luis Genaro Muñoz de la Gerencia General de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, sus directivas se aprestan a iniciar el proceso de elección del sucesor. Este proceso se da en medio de dificultades adentro del gremio y en las relaciones con el Gobierno, y de cara a grandes retos productivos y comerciales.
La caficultura colombiana avanza en un franco proceso de recuperación y crecimiento gracias a los programas de renovación, al consecuente mejoramiento de la productividad de los cafetos y al aumento en el ingreso de los cafeteros fruto de los avances productivos y de los mejores precios, resultado de la situación externa y la devaluación del peso.
A pesar de un entorno favorable y de que Colombia tiene un gran potencial natural para la producción de café de calidad, el país ha perdido participación en los mercados externos.
Contrario a la tradición de ser un gremio unido, diversas circunstancias, entre las que sobresalen aquellas asociadas al reacomodo que implicó adaptarse a un mercado abierto, han conducido a una profunda división.
Hoy en día las diversas facciones enfrentadas tienen representación en los órganos de gobierno del sector. Esto es cierto aún para aquellas que deben su razón de ser a la actitud crítica que en el pasado asumieron frente a las decisiones del gremio del cual hoy hacen parte. Ello habla bien de la democracia gremial.
A pesar de los importantes apoyos y ayudas que durante los últimos años el Gobierno les ha brindado a los cafeteros, las relaciones con el Ejecutivo están deterioradas.
Por su parte, las relaciones con otros actores de la cadena del café, como ocurre con los exportadores privados, no son tan fluidas como el negocio y el desarrollo del sector lo demandan.
El deficiente arreglo institucional existente ha generado un marco de incentivos que propicia los continuos roces y desencuentros, pues la Federación, al tiempo que es un exportador que compite con los privados, actúa como regulador del mercado de exportación. Esto ocurre porque el Gobierno le delegó al gremio funciones propias del sector público.
La institucionalidad cafetera, herencia de un pasado ya superado, no se ajusta a las nuevas realidades de los mercados globalizados. Esto es fuente de distorsiones y se convierte en un serio obstáculo para las transformaciones que se requieren emprender.
La reciente Misión Cafetera puso en evidencia no solo la problemática que enfrenta la caficultura sino las potencialidades y los retos que se tienen si se quiere hacer de esta una actividad altamente productiva y competitiva.
Infortunadamente, antes que propiciar un diálogo constructivo y abierto, el gerente saliente asumió una actitud conflictiva frente a las recomendaciones de la Misión.
En su historia, la Federación ha sabido superar diversas circunstancias propias del mundo de los negocios. En ello ha sido determinante el hecho de que tradicionalmente la entidad ha sido dirigida por líderes capaces que les generaron confianza a los caficultores, al Gobierno y a los demás actores de la cadena de valor.
Ojalá que las difíciles circunstancias que hoy enfrenta el gremio y la actividad no afecten la elección del nuevo gerente de la Federación. No debe perderse de vista que, frente a los desafíos que se tienen, la caficultura necesita de un líder competente para conducir a los productores y a la industria por una senda de progreso y bienestar.