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Faltan escasos cinco meses para las elecciones presidenciales argentinas del 27 de octubre, y en Buenos Aires no dejan de presentarse noticias con consecuencias políticas profundas. El martes pasado la expresidenta peronista Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) acudió por primera vez a los tribunales para responder por varias imputaciones por corrupción, incluida una por entregar gigantescos contratos públicos a un oscuro empleado de un banco de provincia, hombre de confianza de la pareja Kirchner.
Unos días antes, de forma sorpresiva, la expresidenta había anunciado que declinaba su aspiración presidencial en momentos en que, según las encuestas, estaba por encima del presidente Mauricio Macri en las preferencias de los votantes. La señora Fernández de Kirchner prefirió constituirse en la formula vicepresidencial de Alberto Fernández y le solicitó a este públicamente que dispute las elecciones con el presidente Macri.
Ese giro inesperado en la forma de presentar sus aspiraciones políticas de la expresidenta tiene varias implicaciones. Al pasar a una supuesta segunda fila reduce la presión de los medios sobre la campaña presidencial. El proceso judicial, que se prevé será largo y lleno de sorpresas, podía debilitar la imagen de la candidata y poner en riesgo la victoria del peronismo. Además, el nuevo postulante también tiene lo suyo, con una imagen más conciliadora y habiéndose opuesto en el pasado al extremismo de la entonces presidenta, tiene la capacidad de atraer a sectores del peronismo incómodos con las pretensiones de Cristina Fernández.
Para muchos, también reaparece un viejo fantasma de la política argentina: la elección en interpuesta persona. En el pasado, no hay que olvidarlo, varios presidentes argentinos gobernaron bajo la sombra de otros poderosos personajes, como Perón (“Cámpora a la Presidencia, Perón al poder”). Alberto Fernández, al referirse a eso, proclamó su independencia y su intención de no ser “un títere de la expresidenta”. Si el peronismo triunfa en las elecciones, la señora Fernández de Kirchner en su condición de vicepresidenta pasará a ser la presidenta del Senado y conservará la inmunidad que hasta ahora la ha protegido. ¿Hasta cuándo? No se sabe, dependerá de la justicia, que va a tener que demostrar su independencia en este caso.
Las posibilidades de Macri podrían reverdecer si logra convencer al electorado de que elegir a Alberto Fernández es elegir a Fernández de Kirchner, y que la elección es entre la reforma y el retorno de la Argentina a un oscuro y autoritario pasado, como se vio, en especial, en el segundo mandato de la señora Kirchner, en el que campeó la corrupción, pero también los controles de cambios, el proteccionismo y los subsidios insostenibles que llevaron a la economía argentina al borde del abismo.
Pero Macri, que con sus reformas pro mercado quería remediar la herencia que dejó el gobierno anterior, no ha tenido éxito porque sus políticas no fueron bien diseñadas y su desprestigio no cesa de crecer. Su lucha contra la inflación, que hoy bordea el 50 %, y el desorden fiscal todavía no da frutos. El desempleo aumenta y la economía está muy débil. El peso argentino sigue perdiendo valor porque los inversionistas se muestran escépticos frente a las medidas gradualistas que toma el gobierno y están nerviosos frente a la evolución de la política local. Todo parece indicar que la economía no le dará respiro al presidente Macri y puede perder por ello las elecciones. Mala noticia para Latinoamérica, pues el riesgo de invertir en la región seguramente se va a incrementar.