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Una “festividad” que se impuso a principios de siglo en Medellín y alrededores, de recibir diciembre con todo el estruendo polvorero posible, podría padecerse hoy, de nuevo. Desde hace varios años hemos insistido en lo que esta “alborada” implica de desafío a la autoridad, de burla a las normas de convivencia, de maltrato a las personas y animales. Hoy podría tener, además, una significación de agravio para decenas de familias brasileñas que hacen presencia en nuestra ciudad y están de luto, que vienen a recuperar a sus muertos. El civismo de Medellín tiene hoy una prueba decisiva.