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A una chatarrería fue a parar el busto del prócer de la independencia de Colombia y Venezuela, Atanasio Girardot. Este había sido hurtado, a plena luz del día, de su pedestal al frente de la Iglesia La Veracruz, por tres delincuentes, que fueron vistos por vecinos del sector como si fueran empleados oficiales. Además de la figura de Girardot, la obra adquirió mayor grandeza histórica al ser esculpida, en bronce macizo, en 1907, por el artista Francisco Antonio Cano. La única chatarra en todo este acto de vergüenza para la historia de Medellín es la mente de quienes ejecutaron el robo.