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La corrupción está instalada en el sistema político, y entiendo por tal la falta de división de poderes, y eso se ha acentuado particularmente después del Frente Nacional, cuando se volvió norma política que la única forma de relación posible entre el Ejecutivo y el Legislativo es el clientelismo, que es el germen de la corrupción. Cuando para apoyar los proyectos del Gobierno, los parlamentarios tienen que recibir a cambio puestos, contratos y lo que ahora llaman eufemísticamente “cupos indicativos”, son todas formas de corrupción. El tema de los puestos es un cohecho.
Frente a la denuncia que se presentó, la Corte Suprema no tenía opción distinta a abrir investigación preliminar. Hay que esperar que se profundice la investigación. También habría derecho a pedirle a la Corte que agilice el proceso, entre otras cosas para que no haya una generalización. Obviamente, el cohecho es un delito de doble vía, bilateral: quien recibe la dádiva es tan responsable como quien la ofrece y entrega.
Si esta investigación se profundiza y se adelanta de forma seria, podría dar a correctivos en el ejercicio de la política y volver a los tiempos en que la relación entre los poderes, entre el Legislativo y el Ejecutivo, no era clientelista.