Y ahí iba. Caminaba hacia el micrófono con su clásico vestido de paño, esta vez con una corbata vino tinto y en su solapa izquierda su irreemplazable paloma de la paz.
Cada vez que daba un paso veía cómo se iba levantando la gente de sus puestos. Desde las primeras filas hasta las últimas en lo más alto de las gradas. Todos aplaudiendo sin excepción.
“Gracias”, dijo para apagar los aplausos de las cerca de 9 mil personas que tenía al frente y lograr el espacio para hablar.
Cuando la música de la sinfónica que se encontraba en la tarima, y que marcó con sus tonadas su entrada triunfal terminó; cuando se vieron bien las caras de los premios Nobel de Paz que al fondo surgían entre los colores de la gran pantalla que iluminaba el escenario; y cuando...
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