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Santiago Silva Jaramillo
Columnista

Santiago Silva Jaramillo

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Progreso social

Por Santiago Silva Jaramillo

La semana pasada se presentó el Índice de Progreso Social (Social Progress Index 2015) con el que se construye un ranquin mundial de desarrollo integral de las sociedades que incluye 52 indicadores, desde el acceso y cobertura a la educación primaria, hasta la tasa de homicidio de los países. Este año Colombia ocupó el puesto 49 de la lista, el mismo del 2014; los primeros cinco países fueron Noruega, Suecia, Suiza, Islandia y Nueva Zelanda, y los últimos cinco Angola, Guinea, Afganistán, Chad y República Centro Africana.

Colombia se encuentra en la mitad alta del ranquin, junto a países como Kuwait, Montenegro, Rumania y Ecuador. Nuestras fortalezas, nos dice el informe que acompaña al índice, son la nutrición y asistencia básica médica, acceso educativo a conocimientos básicos y libertad personal y de elección; nuestras debilidades, la seguridad personal, la sostenibilidad medio ambiental y el acceso a educación superior.

De hecho, el Índice se divide en tres dimensiones: Necesidades humanas básicas, Fundamentos del bienestar y Oportunidades. A Colombia le va mal en esta última dimensión, que incluye asuntos de acceso a educación superior, igualdad de oportunidades sociales y tolerancia e inclusión. Ahí nos rajamos con malos puntajes en calidad de la educación, bajos años promedio de educación total, baja tolerancia religiosa y poca libertad de movimiento.

Por supuesto, el índice se construye con indicadores que promedian las situaciones específicas dentro de un país y sus localidades en una fotografía general, por eso hay que reconocer que una de las particularidades de Colombia son las desigualdades regionales en términos de progreso social. De hecho, resulta sustancialmente diferente nacer y vivir en cualquiera de las capitales departamentales –incluso en situación de pobreza- que en las zonas rurales o los municipios pequeños. En efecto, un colombiano que vive en Bogotá, Medellín, Cali o Barranquilla puede disfrutar de niveles de calidad de vida similares a los de un país de Europa Occidental, mientras que otro que reside en Vigía del Fuerte, Condoto o La Hormiga, tendrá niveles de vida más parecidos a los de un país del África subsahariana.

Pero también dentro de las grandes ciudades las diferencias pueden ser muy marcadas, el acceso de jóvenes entre 17 y 22 años en las comunas de Medellín a educación media y superior puede variar de casi el 90 % en las de mayores ingresos a menos del 30 % en las de menores de acuerdo a Medellín Cómo Vamos. Y mientras en El Poblado, por ejemplo, la tasa de homicidio se parece a la de Nueva York o Boston, en San Javier supera la de Guatemala y Honduras.

Los resultados del Índice de Progreso Social nos dejan mal parado –en general- al país, sin embargo, revisarlos es la oportunidad para recordar los enormes retos que aún prevalecen en el desarrollo de Colombia, desde aumentar las oportunidades de inclusión económica y social de sus habitantes, hasta proteger sus vidas de la violencia homicida, pasando, sobre todo, por intentar cerrar las brechas que existen entre el país que se parece a Noruega con el que se parece a Angola.

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