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El 25 de julio de este año, Sabrina Cortagelli, contadora de origen italiano radicada en Estados Unidos, publicó en su Facebook: “Conseguí al animal número uno en mi lista. Qué hermoso kudú. Esta es la caza de la vida. Increíbles recuerdos”. El mensaje estaba acompañado de dos fotografías en las que posaba con rifle en mano detrás del animal que yacía muerto en la tierra.
La misma escena se repitió con un ñu azul, un antílope y una jirafa. Si bien la experimentada cazadora no estaba haciendo nada ilegal, viajó hasta Sudáfrica bajo la guía de la agencia de cazadores Old Days Hunting y su acción fue reprochada en las redes sociales.
El 3 de agosto, Cortagelli defendió sus actos en el programa Today de NBC, lo que terminó por avivar aún más el repudio: “Todo el mundo piensa que somos unos asesinos insensibles y no es así. Hay una conexión con el animal, y el hecho de que los cacemos no significa que no tengamos respeto por ellos”, afirmó.
Sus comentarios revivieron la polémica que generó la caza de Cecil, el león más popular de Zimbabue, asesinado a finales de julio por Walter Palmer. El odontólogo nortemericano debió cerrar su clínica en Mineapolis, desactivar sus cuentas en redes sociales y desaparecer. Ahora es investigado en Estados Unidos y Zimbabue por la muerte del animal que se dio en condiciones ilegales ya que el león fue sacado del parque nacional de Hwange, donde era protegido.
Para el biólogo con experiencia en conservación de la naturaleza Juan David Sánchez, “la resonancia de la muerte de Cecil se debe a que es un animal símbolo. Era conocido por los turistas, estrella de un área protegida y estudiado por un grupo de investigadores. Si se hubiera cazado otro macho es posible que la noticia no hubiera trascendido”.
El activista de la asociación animalista Libera, Julio Ortega, lo complementa diciendo que “los 50.000 dólares pagados por la presa, que agonizara durante cuarenta horas y que fuera un animal protegido, influyeron en la popularización del caso. Menos mal se creó esta polémica porque ayudó a que la gente tomara conciencia sobre la caza”.
En plataformas de firmas en línea como www.change.org y www.avaaz.org van más de 2`500.000 firmas pidiendo justicia por Cecil y para que Europa y Estados Unidos salven los leones africanos.
Incluso, la aerolinea Delta Air Lines, luego de que 400.000 personas les pidieran a través de www.change.org que dejara de transportar trofeos de caza (una parte del animal que el cazador se lleva como recuerdo), prohibió esto el 3 de agosto. American Airlines decidió hacer lo mismo. Y Lufthansa Cargo y Emirates SkyCargo ya estaban aplicando la restricción.
Por deporte
Aunque el biólogo Sánchez no está de acuerdo con la cacería deportiva, explica que esta puede generar recursos importantes para las áreas protegidas y la conservación de las especies. Además, ganancias por turismo de observación y venta de la carne del animal para los pobladores locales.
Frente a esto, el activista Ortega piensa que “la caza es un acto de violencia gratuita que no tiene explicación sin importar la víctima y más cuando simplemente se hace por negocio y diversión. El hecho de que sea un negocio no justifica el acto”.
El técnico ambiental español Javier Rodríguez, quien desde hace tres años defiende la caza a través de su cuenta de Twitter @CazaCritica, explica que en su país esta es una práctica que hace parte de la cultura popular de los pueblos, “es una manera de tejer lazos con la naturaleza como el que tiene un huerto”.
Rodríguez, quien es uno de los 980.000 cazadores que a 2010 había en España, según el reporte de la Federación de Asociaciones de Caza y Conservación de la Unión Europea, afirma que “el cazar no parte de un racionamiento lógico como la mayoría de aficiones, supongo que se debe a que soy de una familia que le gusta la actividad y el primer contacto que tuve con el campo fue acompañando a mi padre a cazar”.
Para el abogado José López (@Perdiz_reclamo), quien legitima la caza y lo hace público en Twitter desde hace cuatro años, el hábito debe comenzarse desde pequeño para que se vea con naturalidad. “Es entendible que a los jóvenes no les guste la caza porque son de ciudad, han visto caricaturas de Walt Disney. Comprendo que entender la cinegética (arte de la caza) sea difícil para ellos”.
José Antonio Rodríguez (@REBELDECAZADOR), quien comparte en Twitter habitualmente fotografías de los jabalís y venados que abate, dice que lo hace porque “vivimos de los recuerdos de los animales que hemos cazado. Trato que al animal no se le vea la sangre y que esté dignificado, mostrándolo lo más bello posible para no herir la sensibilidad de otras personas. Ya estamos bastante estigmatizados los cazadores, hay que evitar eso”.
El biólogo Sánchez, advierte que “creemos que cazar una especie en particular es lo que la lleva al peligro de extinción cuando, en realidad, para muchas, genera mayor impacto el deterioro del hábitat natural para ser usado como asentamiento humano”.
Sin embargo, la mayoría de voces en redes sociales van en la misma línea de la ingeniera colombiana Erika Alfaro (@alfaroerika57), quien expresó en Twitter: “Matar por deporte, disfrutar del sufrimiento de un animal y sentirse orgulloso de un acto tan cobarde ¡qué vergüenza!”.