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Laura Restrepo conoció Tinder cuando veía que su mamá estaba dándoles “me gusta” a algunos perfiles: “Mami, no hagas eso”, le dijo, mirando extrañada, pero la curiosidad fue más fuerte que ella, entró a su habitación y descargó la aplicación que minutos antes había criticado.
Laura hizo “match” con algunos hombres, habló de forma intermitente con un par de ellos y hasta llegó a encontrarse por casualidad con uno en un asado de amigos en su ciudad, Ibagué.
Días después, Fabián Ibarra abrió la aplicación que le dijo:“It´s a match”. Hola, escribió él. ¿Qué tal?, replicó Laura, quien acababa de darle “like”. En segundos ya tenía el contacto de alguien nuevo y sólo minutos después se conocieron, fueron juntos a comer helado y no sintieron inseguridad al verse.
“Todo fue muy rápido, igual yo crecí aquí en Ibagué y casualmente estaba cerca, me preguntó que dónde podía lavar el carro y pues no sentí peligro. Nunca nos habíamos visto”, cuenta Laura, quién ya cumple un año de relación estable con Fabián.
“Por el contrario, yo conocí Tinder por unos amigos, incluso fuimos a fiestas que daba la aplicación en la zona T de Bogotá, y uno ve muchas niñas, pero con todas no habla. Laura llegó ese día muy sexy, de falda”, recuerda Fabián desde su apartamento en Bogotá, en donde ahora vive con Laura.
La relación se ha consolidado con tanta fuerza que ya ni Tinder cabe en ella, la pareja acordó eliminar la aplicación para evitar tentaciones: “Yo no la quería borrar y conocer nenas solo para amistad, pero Laura dijo que no”, bromea Fabián, quien le recomienda a los nuevos usuarios que eviten errores comunes como poner fotos grupales, o que muestren mucha piel y los haga ver “desesperados”.
La historia de Laura y Fabián tiene miles de posibilidades de repetirse a diario. Sólo en Colombia los usuarios hacen 8 millones de deslizamientos (selecciones) en el día y cuando dos de ellos coinciden, hay un “match” que puede contactar una pareja. Gracias a que Tinder se abre solo con una cuenta de Facebook, el algoritmo de la aplicación le sugiere personas con sus mismos intereses, amigos en común, nivel de estudios o cercanía. Incluso puede filtrar la edad y el género.
“Yo creo que el método ideal es pasar de Tinder a WhatsApp y de ahí a Facebook, así uno conoce mejor a la persona”, concluye Fabián.
Llama que puede quemar
Carlos Mario Cano, docente de cibercultura y psicólogo de la Universidad de Antioquia, considera que pese a que la aplicación puede tener casos de éxito, el panorama muestra más desgracias que dichas.
“Tinder habla de relaciones virtuales, que no es la negación de lo real, sino la realidad en potencia, como una semilla que es virtualmente un árbol. Igual pasa en esta aplicación: jamás vas a poder tener el mismo número de relaciones amorosas que de ‘matches’. Nosotros en la contemporaneidad nos estamos volviendo más tímidos, torpes y con menos estrategias de encuentro con el otro, y Tinder te lleva por un camino seguro, por eso es popular”, explica.
Cano asegura que los encuentros en este tipo de plataformas están basados en el mutuo elogio, en los cumplidos que se dedican o en las sensaciones que se producen como admiradores el uno del otro, pero cuando llega el encuentro real y, con él, aspectos que no se conocían en la virtualidad, surge el desengaño.
“Como generación nos fastidia mucho el ‘aburrimiento’ en una relación, es una de las causas más frecuentes de rupturas. Estamos olvidando que en una relación no todo es diversión y lúdica, y que hay momentos de tedio que son inherentes. La responsabilidad de una relación no puede ser entretener al otro”, dice, concluyendo que como aplicación ha generado un fenómeno interesante, pero como experiencia amorosa puede estar minada de desengaños .