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El mensaje no podía ser más paradójico. Desde la cuenta en Twitter en la que Felina (@Miut3) había denunciado crímenes de los carteles mexicanos en el estado fronterizo de Tamaulipas, el 16 de octubre de 2014 se informó su muerte: “Cierren sus cuentas no arriesguen a sus familias como lo hice yo, les pido perdón”, decía el trino acompañado de dos fotos: una de la mujer con vida y otra, tirada en un charco de sangre.
La creadora de esa cuenta era la médica María del Rosario Fuentes Rubio, quien al ser descubierta presuntamente por los criminales que denunció, fue secuestrada y asesinada. Su cuerpo no se ha encontrado.
Casos como el de Fuentes, en los que imágenes o videos de asesinatos son compartidos en redes sociales son frecuentes, sobre todo, en México. Incluso, a la web www.blogdelnarco.com, que cuenta con 156.000 seguidores en Twitter, los ciudadanos le envían contenidos de asesinatos y masacres. Allí, son guardados lejos de la censura de las redes sociales, que eliminan este tipo de contenido rápidamente.
¿Por qué ocurre esto que parecería ilegal? Según Pablo Fernández, abogado experto en Internet, los delitos que se comparten a través de las redes sociales reciben la misma condena que cuando se confiesan en un tribunal. El único lado positivo es que si el asesino informa su crimen a través de las redes, le facilita a la Policía su localización. Sin embargo, el lado más negativo es que “el simple hecho de publicar una fotografía de una persona asesinada no se considera un delito. Simplemente es información que daña el honor de la persona y sus familiares”, explica el experto.
Para Gregorio Henríquez, experto en antropología de la muerte, estos contenidos se han convertido en una forma eficaz en la que criminales trasmiten su mensaje para generar miedo en sus adversarios o víctimas. Y para las personas que los ven con frecuencia, más allá del morbo, conocer esta tipo de información se convierte en una adicción “porque buscan historias que lleguen directamente a las emociones y este tipo de crímenes lo hace”.
Buscan reconocimiento
Además de la mafia organizada, existen personas que no pertenecen a ninguna banda y que deciden confesar sus crímenes de esta manera. Es el caso de Randy Janzen, de Columbia Británica (Canadá). El 7 de mayo de 2015 mató a su hija, su esposa y su hermana antes de suicidarse.
Janzen contó en su Facebook cómo las ejecutó. “No podía ver a mi pequeña niña herida durante un segundo más. Cogí un arma y le disparé en la cabeza. Ahora, ella es libre flotando entre las nubes en una tarde soleada”, escribió.
El 8 de agosto de 2013, un caso similar se presentó en La Florida (Estados Unidos). Derek Medina, de 31 años, mató a su esposa y compartió en su Facebook la imagen de ella tirada en el piso. “Iré a prisión o recibiré una sentencia de muerte por asesinar a mi esposa... los quiero chicos, los extraño, cuídense gente de Facebook, me verán en las noticias”, fue el mensaje que publicó antes de ser detenido por las autoridades.
Para el siquiatra Carlos Palacio Acosta, las personas que publican sus actos delincuenciales en redes “tienen un trastorno de personalidad, ya que si bien no se alejan de la realidad de sus actos, estos no les generan angustias y no les parece que sea anormal su forma de actuar. Se caracterizan por transgredir la norma o violentar los limites establecidos”.
El doctor en psicología de la Universidad De Buenos Aires, Mario Elkin Ramírez, considera que estos criminales “buscan ser reconocidos, grabarse en la memoria efímera de las redes sociales. Eso no quiere decir que crean que no cometieron crímenes. Saben que eso es una prueba en su contra. Podría decirse que buscan un castigo o sanción social, incluso antes de cometer el delito”.
De manera similar piensa el antropólogo Henríquez, quien explica que con las redes sociales se creó una nueva categoría de asesino que busca la aceptación y el reconocimiento al hacer público su crimen, que es exhibido sin ningún tipo de tapujo. Además, argumenta que para este perfil psicótico la mejor manera de salir del anonimato son las redes sociales “porque no tienen el control de los medios de comunicación pues permiten compartir la imagen sin censura inmediata y de manera viral”.
Un ejemplo de ello, es el caso del mexicano Roberto Santos Martínez, quien el 19 de julio de 2014 mató a su suegra de 62 años con un sartén y un tubo y publicó un mensaje en su Facebook. Esta publicación fue tan viral que las autoridades lo detuvieron en una discoteca ese mismo día.
El antropólogo Henríquez comenta que aunque no hay un perfil específico que identifique este tipo de criminales, algunos de los rasgos que comparten es que “son personas solitarias e irascibles, lo que los lleva a cometer actos brutales sin medir consecuencias. En su gran mayoría, son jóvenes con estudios. No son analfabetas”.
En grandes proporciones
Un caso extremo de esta práctica es lo que hace el grupo terrorista Isis que frecuentemente comparte imágenes y videos de decapitaciones, ahogamientos, incineraciones y asesinatos a sangre fría de sus detractores. Estos se vuelven noticia antes de que los controles de las redes sociales los eliminen. Incluso crearon la plataforma Khilafa Book, que les permitió compartir sus publicaciones sin restricción hasta que en marzo de 2015 fue cerrada por sus creadores para proteger la información de sus usuarios.
Un video de este grupo, dado a conocer a finales de junio de este año en sus portales, muestra la ejecución de 16 presuntos espías. Cinco fueron encerrados en una jaula que descendió en una piscina hasta quedar totalmente cubierta por agua. A cuatro les dispararon con un lanzacohetes y, al resto, los amarraron por el cuello con un cordón detonante que al ser accionado los decapitó.
“Isis es un caso distinto porque usa el terror como arma de guerra, para mostrar su capacidad bélica. Siempre se ha hecho en las guerras, lo que cambia es que en vez de enviar una parte del cuerpo cercenado a sus enemigos, ahora lo hacen a través de las redes”, dice el psicoanalista Elkin Ramírez. Para él, “el verdadero criminal sin sentimientos de culpa es, muchas veces, el que no publicaría sus crímenes y más bien quisiera lograr el asesinato perfecto”.