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Todavía llegan cartas de amor

A pesar de los medios digitales, hay personas que trabajan por preservar la correspondencia análoga.

  • Aura no solo entrega cartas, también da la opción de escribirlas a máquina o con una calígrofa.
    Aura no solo entrega cartas, también da la opción de escribirlas a máquina o con una calígrofa.
  • Jorge comenta que ha escrito más de 500 cartas de amor. FOTO Julio Herrera
    Jorge comenta que ha escrito más de 500 cartas de amor. FOTO Julio Herrera
  • Todavía llegan cartas de amor
22 de octubre de 2016
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El peso de un sobre, el olor del papel y un mensaje escrito de puño y letra. “Cuando vos recibís una carta, no te queda duda de que esa persona que te la envío estuvo pensando en vos”, asegura Aura Estela Vélez, una de las personas que visitó esta Twittercrónica.

En medio de los tiempos de mensajería instantánea y redes sociales, hay románticos que prefieren los mensajes escritos a mano y entregados por un cartero en sobres de papel.

Buscando revivir esta práctica, en un par de oficinas de Medellín y Envigado se dedican al apasionante mundo de la olvidada comunicación epistolar.

Cuando llega el cartero

En el despacho que está en la entrada de la Casa Redonda, centro de coworking ubicado por la Avenida Nutibara cerca a la UPB, se sienta Aura, la mujer de 59 años que empezó este año su empresa, su sueño: El Cartero.

Sentada frente a su escritorio de madera, ella espera al mensajero que está llevando flores, una botella de vino y una carta a una mujer en El Poblado. Junto a un archivero, una máquina de escribir y un teléfono viejo que consiguió en una tienda de antigüedades, ella se acuerda de cómo empezó su amor por este tipo de correo.

Hace 50 años, cuando tenía 9, uno de sus hermanos, siendo todavía menor de edad, se escapó de su casa. Preocupada estuvo su madre hasta el día que una carta llegó con información del fugitivo, que al parecer estaba de polizón en un barco que se dirigía a Nueva York. Cada semana del mes que estuvo fuera del país, el capitán del barco le escribió a su madre para tranquilizarla.

Y luego, cuando se enamoró de su esposo, y él pasó un año viviendo en Bogotá por cuestiones laborales, ella vivió el final de su noviazgo y el principio de su matrimonio a punta de correspondencia.

“En esa época lo primero que uno hacía al llegar a casa, era preguntar si le había llegado una carta”, recuerda. “Los carteros tenían un pito y escucharlo en la puerta era lo más emocionante. Cuando uno recibía un mensaje de esa persona especial, el corazón se alborotaba desde el momento en el que uno recibía el sobre”.

Precisamente ese sentimiento es el que quiere reavivar en las personas con su empresa dedicada a entregar cartas por toda la ciudad. Así que un día, a su casa o lugar de trabajo puede llegar un cartero en bicicleta o moto, con una mochila cruzada, boina y uniforme. “Lo más hermoso de todo es que cada envío es un mundo”, afirma Aura.

Cartas de amor por pedido

Jorge Humberto Restrepo, de 64 años, es otro admirador de la correspondencia física. Pero, a diferencia de Aura, su trabajo no es enviarlas, sino ayudar a escribirlas.

En su llavería situada en la Bota del Día en Envigado, don Humberto, como le llaman en el sector, tiene un escritorio lleno de libros y cartas que ha redactado para otras personas en los últimos 22 años.

“Yo me siento con alguien unos 15 minutos y, como soy muy perceptivo, capturo todos sus sentimientos”, afirma.

“Luego me demoro una media hora escribiendo la carta de corrido y cuando se las muestro, son impresionados porque dicen que es exactamente lo que sentían”.

Curiosamente, si bien don Humberto escribe cartas de amor para otros, él está soltero desde que le rompieron el corazón en su juventud. “Del dolor nace el amor”, comenta con una sonrisa.

Entre cartas con títulos como “Feliz despertar”, “Epitalamio de amor” y “Lindo capullo de rosa en flor”, don Humberto recuerda la historia de una en especial que nombró “Para Camila”.

Una vez un joven lo buscó para que le escribiera una carta a su novia, a quien había herido. Como él no sabía manejar el computador, buscó a una de la chicas que le ayudaban a transcribir. Ella, que apenas leyó el encabezado le preguntó de quién era la carta, empezó a llorar desde el tercer renglón. La Camila a quien iban dirigidas esas palabras era ella misma.

Lo más curioso, para ambos personajes es que la mayoría de sus clientes son jóvenes. Sin conocerse, llegan a la misma conclusión: “Son personas que están acostumbradas a lo digital y llegan a las cartas por curiosidad de ese pasado. Pero una vez que lo prueban, los roba ese perfume de lo escrito a mano”, en palabras de don Humberto.

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