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“He querido escribirte desde finales de septiembre, cuando mi vida cambió gracias a tu creación. Vi que te reuniste con el presidente de Colombia y pensé que sería el momento perfecto para compartir mi historia contigo”. Con esas palabras empieza el mensaje que Katie Levinson o Angélica María Salazar Betancour le escribió a Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook.
Fue el miércoles 14 de enero, el mismo día que Zuckerberg, de visita en Colombia, se reunió con el presidente Juan Manuel Santos y lanzó en el país la aplicación Internet.org, un proyecto para ofrecer acceso gratuito a algunas funcionalidades de internet en países con baja penetración de ese servicio. Colombia es el cuarto en implementar el proyecto.
Katie (ese es el nombre que siempre ha usado) publicó su comentario justo en la nota que compartió Zuckerberg en su página personal de Facebook sobre el lanzamiento de la aplicación en Colombia. Le decía que a los tres meses de edad su madre la entregó en adopción a una pareja de estadounidenses y que gracias a esa red social, y después de una búsqueda de casi un año, se reunió de nuevo con su familia biológica.
Los padres adoptivos de Katie nunca le escondieron su verdadero origen. Desde que tenía cinco años supo que era adoptada, que había nacido en Colombia y que Angélica era su nombre de nacimiento. Cuenta en su mensaje a Zuckerberg que en su infancia no fue fácil sobrellevar su situación y que, con el tiempo, aumentó su curiosidad por conocer a su familia. “Cuando era niña mis amigos me preguntaban si no pensaba en encontrar a mi madre biológica o conocerla algún día. Siempre supe que la respuesta era sí, sin vacilaciones”.
En enero de 2014 decidió viajar a Colombia, aprender español y buscar a su madre. No era fácil. Vivió en Bogotá y allí conoció las historias de otras personas que también fueron entregadas en adopción, salieron del país junto a sus nuevas familias y después invirtieron mucho tiempo y dinero atando cabos para encontrar sus orígenes.
Consultó a investigadores privados que le cobraban más de lo que podía pagar por ayudarle en su búsqueda y, entonces, decidió recurrir a Facebook. Confiaba en que por ese medio lograría un contacto que le permitiera saber cuál había sido el destino de su familia y, si todo marchaba bien, reencontrarse con ellos en cualquier lugar donde estuvieran.
Durante sus tres meses en Colombia escudriñó en los perfiles de personas con nombres similares a los de su madre, Rosa Salazar Betancour. Escribió algunos mensajes y recibió pocas respuestas, todas negativas.
Regresó en abril a Minneapolis, su ciudad adoptiva, y desde allí continuó su búsqueda. Lo hizo sin éxito durante dos meses más hasta que, agotada, decidió no insistir más. Empezó a ahorrar convencida de que su única opción era contratar a uno de los investigadores que le ofrecieron sus servicios cuando estuvo en Colombia.
Pero se trataba apenas de una pausa. “En septiembre, por cualquier razón, me sentí obligada a continuar mi búsqueda. Volví a Facebook y seguí enviando mensajes. Solo esa vez recibí la respuesta que esperaba y con la que había soñado desde los cinco años. Mi madre biológica vive en una pequeña ciudad en las afueras de Medellín”, contó Katie en su mensaje a Zuckerberg.
La pequeña ciudad que Katie mencionaba es Rionegro, en el Oriente antioqueño. Fue allí donde nació Angélica hace 25 años y donde aún viven sus cuatro hermanos y su madre. Ella, Rosa Salazar Betancur, recuerda que recibió el primer mensaje de su hija un domingo de septiembre, había abierto Facebook unas semanas atrás y lo utilizaba poco.
“Yo compré un celular de estos en junio del año pasado, una de mis hijas me dijo que si me creaba Facebook y yo le dije que para qué, si yo no sabía manejar computador ni chatear”. Su hija insistió y finalmente abrió un perfil que le permitió a Katie enviar un mensaje más con la esperanza de que la respuesta esa vez fuera diferente.
“Me llegó un mensaje que decía: ‘creo que usted es mi mamá’. Yo me asusté y le pregunté a mi hija si sabía quién era esa muchacha, si había chateado con alguien desde mi celular”, cuenta la madre de Katie.
Respondió, y después de intercambiar unas cuantas palabras, entendió que esa joven que le escribía era la misma niña que había entregado en adopción 25 años atrás. Sus palabras la sorprendieron, le decía que la quería, que la había buscado durante mucho tiempo y, sobre todo, quería viajar y conocerla.
Rosa tenía 21 años cuando Katie nació. Vivía en la casa de una amiga, ya tenía a su hija mayor y no tenía los medios para cuidarla. La pareja que adoptó a su pequeña le ofreció enviarle fotos con regularidad, ella no aceptó. “Les dije que no, que no me gustaría verla bien bonita, crecer y después decir que la quería para mí. Ya no me la entregarían. Por eso fue que en ningún momento la busqué”.
Por eso no entendía que su hija, 25 años después, la tratara con cariño, como si nunca se hubiera perdido el contacto entre ambas. “Yo le decía que no podía creer que me dijera que me quería, que no entendía por qué no me decía que me odiaba por haberla entregado. Ella me respondió que no me podía odiar porque yo le había dado la vida, tiene unos sentimientos muy bonitos”, dice Rosa.
Su relación se limitó a Facebook durante varias semanas hasta que finalmente Katie decidió viajar y conocer a su familia biológica. Antes, por recomendación de sus padres adoptivos en Estados Unidos, le pidió a Rosa que le enviara una copia de su cédula para comparar su identidad con la que aparecía en el papeleo de la adopción. Cumplida esa pequeña condición, no quedó duda, la búsqueda de Katie había terminado.
“Con eso me dijo que no tenía ninguna duda sobre mí, que me iba a amar con todo el corazón. Me dijo que se ponía en los zapatos míos, que ella también habría hecho lo mismo porque es mejor dejarle un hijo a alguien que le va a dar todo lo necesario que no tenerlo por ahí, mal levantado”, dice la madre de Katie.
Viajó en octubre. Rosa recuerda que toda la familia la recibió en el aeropuerto José María Córdova, en Rionegro. La esperaban con una cartel de bienvenida. “Imagínese que le hicimos una cartelera grande con el nombre de ella, la foto mía y la foto de los otros hermanos. La pasamos felices, ella llorando, pero muy contenta. De ahí empezamos a compartir y la sacamos para toda parte porque ella no conocía casi nada aquí en Colombia”.
Fue una visita corta. Regresó a Estados Unidos una semana después, pero con la intención de volver. “Ella dice que le gustó mucho, que quiere venirse a vivir aquí y sigue estudiando español. No pudo pasar la Navidad con nosotros por el trabajo, pero va a venir en abril”.
En su mensaje a Zuckerberg, Katie resumió esa historia y le agradeció porque Facebook logró lo que de otra forma no habría conseguido. “Así probablemente te des cuenta del profundo impacto que ha tenido tu creación en el mundo. Quería que supieras cómo tu creación unió a mi familia”. Él respondió: “Es una historia genial, gracias por compartirla”.