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El calvario de hacer ciencia en Colombia

La reducción en el presupuesto afectará investigaciones en curso y la formación de nuevos científicos.

  • ilustración hansel obando
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El calvario de hacer ciencia en Colombia
15 de septiembre de 2017
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Mientras no invierta en ciencia, Colombia seguirá supeditada a exportar materias primas para luego recibirlas, elaboradas a un precio siete u ocho veces más alto.

La afirmación de Clara Inés Pardo Martínez, directora ejecutiva del Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología, resume las consecuencias del recorte en el dinero destinado a ciencia: de 306.000 millones de pesos en 2017 a 222.000 para la próxima vigencia, según el proyecto de presupuesto, pero el descenso ha sido vertical desde la pequeña edad dorada de 2012-2013 (también alejada del monto deseado), cuando superó los $425.000 millones.

De la propuesta formulada en el citado proyecto, Colciencias tiene comprometidos 150.000 millones de pesos para becas, 23.000 millones son para gastos de funcionamiento y 42.000 millones están amarrados al Fondo de Investigación de Salud declaró en la radio la exdirectora del Instituto Paula Arias.

Al ser consultada por EL COLOMBIANO, la oficina de Prensa de Colciencias dijo que no habrá pronunciamiento sobre el presupuesto por ahora. Las inquietudes enviadas tampoco recibieron respuesta.

Hoy el Gobierno destina a investigación y desarrollo el 0,271% de su Producto Interno Bruto, con un leve aumento frente al 0,149% de 2006 (ver cuadro adjunto).

Y no es que no se haga ciencia. Eso se comprueba con la publicación de estudios científicos, que son la forma de validación y divulgación de las investigaciones usada en todo el mundo. Al respecto Juan Manuel Anaya Cabrera, director del Centro de Estudios de Enfermedades Autoinmunes de la U. del Rosario, explicó que el número de artículos viene al alza, pero el de citas disminuye: “se publica más, pero de menos calidad”.

Las universidades, principales actores del sistema de ciencia en Colombia, ejecutan el 37,71% de la inversión en investigación. Esta financiación viene de organizaciones internacionales y alianzas con otros países. Las empresas, por su parte, ejecutan el 33,38% de los recursos; los Centros Tecnológicos responden por el 19% de la inversión y el resto se reparte entre otras pequeñas fuentes.

Por ejemplo, en 2016, de acuerdo con María Patricia Arbeláez, vicerrectora de investigación de la Universidad de Antioquia, en entrevista en la emisora de esa institución, ese centro educativo movilizó $319.000 millones en investigación, 40% con recursos propios y 14% de Colciencias.

Sin norte

El problema va más allá del recorte, que es coyuntural. Investigadores e instituciones recalcan que no hay políticas claras sobre a qué enfocarse en ciencia y tecnología. Otros países, afirmó Pardo Martínez, “dicen a esto es lo que le voy a apuntar porque quiero ser en tantos años líder en tal tecnología o tal producto”.

Coincide Álvaro Javier Duque Montoya, investigador forestal de la Universidad Nacional sede Medellín: “Ahora les dio que, sin tener información sobre la ciencia básica, ponen la carne en el asador por la innovación. Primero se requiere solventar la ciencia básica para tener programas efectivos y eficientes de este tipo”.

El asunto resulta tan complejo que la ciencia parece invisible. John William Branch Bedoya, vicerrector de esa sede, dijo que “hoy no tiene visibilidad porque está ausente de protocolos y procesos serios que permitan hacer la transferencia del conocimiento a la sociedad”.

Juan Felipe Blanco Libreros, investigador de la U. de Antioquia, experto en manglares y ecosistemas costeros, desconfía de la orientación de Colciencias: “el año pasado hicieron una convocatoria para desafíos ambientales en el Caribe, la centraron en los manglares, y Antioquia no aparecía en los departamentos elegibles porque la pusieron en el sector cafetero”. Antioquia es el segundo departamento con más costa Caribe.

Arbeláez sostiene que “más crítico que el financiamiento es la gobernabilidad sobre el sistema. Si no tenemos una cabeza clara, va a ser muy difícil conducir decisiones de alto gobierno que apunten a eso”.

El ejemplo es Corea del Sur, que con Israel es el país que más invierte en ciencia y tecnología, 4,29% del PIB en el caso coreano, que equivale a $60.500 millones de dólares (dato 2014) de acuerdo con un artículo en Nature que destaca el surgimiento de ese país en cinco décadas. Corea definió con claridad destinar el gran peso de la inversión a ciencia aplicada y a la industria, pero sin descuidar la ciencia básica.

Los países miembros de la OCDE destinan en promedio 2,4% de su PIB al sector. En Colombia la disminución de recursos y la carencia de una política clara afecta la investigación. “En mi caso y el de varios de mis colegas científicos costeros y marinos la eliminación de los fondos para ciencia y tecnología que antes provenían del Sistema General de Regalías será un limitante para fases futuras de proyectos como la 2 del ordenamiento pesquero del Golfo de Urabá o una nueva expedición del golfo. La ejecución de esos es casi imposible con fuentes como Colciencias, que difícilmente financia proyectos mayores a 500 millones. Los proyectos de gran envergadura en los que participé todos exceden ese monto hasta seis veces”, dijo Blanco Libreros.

Un sistema enfermo

Los recortes afectan la salud. Anaya Cabrera explicó que “el Fondo para la investigación en Salud (FIS), que garantizaba los recursos para financiar proyectos de investigación se redujo en casi 40%, un recorte de cerca de 30.000 millones. Estos recursos se trasladaron al Ministerio de Educación para el supuesto pago de los estudiantes de especializaciones médicas. A la fecha, la ley de Residencias Médico Quirúrgicas se discute en la Comisión Séptima del Senado, y los residentes no reciben todavía el primer peso”.

Hay otro problema, afirmó: “una vez aprobados los proyectos los desembolsos tardan meses en ejecutarse, con retrasos que luego hay que justificar con Colciencias para prórrogas que no deberían solicitarse, pero que casi siempre toca”.

Se teme además que menos jóvenes se apunten a hacer ciencia. La formación de investigadores es esencial. En la U. de A. recibieron más de 120 becas en programas doctorales en 2016 y este año 23. La Nacional, sede Medellín, tiene casi 400 estudiantes en doctorado, 250 de ellos en ingeniería. “Esa cifra disminuirá en el tiempo y va a afectar los procesos”, sostuvo el Vicerrector, pese a que para hacer buena ciencia se requiere un alto nivel de formación doctoral.

¿Regalías?

Cuando el Acto Legislativo 05 de 2011 modificó la distribución de regalías, destinó el 10% al Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación, hecho que iluminó el rostro de los científicos. Al final, solo aumentaron las frustraciones.

La ejecución es baja, reveló la Contraloría General de la República: de 2012 a 2016 se asignaron al Fondo 3,8 billones de pesos, habiéndose aprobado proyectos por 2,3 billones a diciembre pasado, quedando un saldo de casi 1,5 billones que el gobierno central busca destinar a construcción de vías.

Habiendo esos recursos, explicó la vicerrectora Arbeláez, el gobierno creó el programa Colombia Científica con un empréstito del Banco Mundial por US$68 millones.

Las regalías no han llegado a todos. “No podemos acceder”, en palabras de Anaya Cabrera. “Hay un lobby no científico que impide acceso equitativo”. En la distribución del apoyo, los gobiernos locales tienen alta injerencia.

Los recursos “se han orientado a estrategias que no necesariamente responden a las dinámicas en las que han venido creciendo las comunidades científicas y académicas. Eso ha hecho que acceder a ellas sea un tormento para los investigadores. Hay exigencias que rayan con la exageración en el seguimiento y control”, dijo Branch Bedoya.

Concuerda Jorge Iván Zuluaga Callejas, astrónomo de la U. de A.: hay proyectos de regalías pero “podrían ser muchísimos más y más ambiciosos”, sumándose a los reclamos: “la inversión en ciencia no es como la construcción de una carretera que necesita un proceso sofísticado de licitación y asignación de recursos. Debe ser más sencillo y menos politizado”.

El recorte en los recursos, dijo, es “un error que tarde o temprano reconoceremos”

Infográfico

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