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Compras y búsquedas en línea, concesión de préstamos, carteleras de cine y mucho más. Los algoritmos dominan la vida cotidiana de todo el mundo.
“Los algoritmos no son necesariamente equitativos, puesto que es la persona que los crea la que define su funcionamiento y sus resultados”, subraya Cathy O’Neil, una científica especializada en datos informáticos y autora del libro Weapons of Math Destruction (Armas matemáticas de destrucción), que critica el uso generalizado y opaco de los algoritmos.
Durante un reciente foro organizado por el centro de reflexión New America, O’Neil alertó sobre la “confianza ciega” depositada en los algoritmos para obtener resultados objetivos.
El algoritmo más célebre es sin dudas aquel que permitió a Google imponerse en el sector de los motores de búsqueda y que es constantemente modificado y mejorado para brindar el resultado más aproximado a lo que requiere el internauta.
También Facebook utiliza un famoso algoritmo que analiza los datos de sus usuarios para ayudarlos a encontrar nuevos amigos y el contenido más adaptado a sus aspiraciones. Pero los algoritmos también sirven para detectar un cáncer de piel y redactar artículos.
Igual se usan en política. La campaña del presidente estadounidense Donald Trump se sirvió de datos de firmas de marketing que utilizan algoritmos que identifican los lugares con mayor tasa de electores susceptibles de ser convencidos por los argumentos de un candidato.
Cathy O’Neil cita varios ejemplos en los que los algoritmos tuvieron efectos nefastos. En 2010 escuelas públicas de Washington despidieron a más de 200 profesores, algunos de ellos sumamente respetados, en función de una evaluación realizada por un algoritmo.
Algunas colectividades locales asignan sus recursos destinados a poblaciones desfavorecidas en función de criterios elaborados a partir de fórmulas matemáticas. La manera en que los datos son ingresados puede influir en el resultado.
Lo mismo sucede a la hora de las penas de cárcel. Datos como el barrio del que es originario el condenado pueden influir en la decisión del juez.
En el terreno financiero, el uso de algoritmos para otorgar créditos y asignar seguros puede desfavorecer aún más a aquellos que ya forman parte de los sectores más vulnerables.
Un informe de la Casa Blanca publicado el año pasado ya advertía que el uso de algoritmos en sustitución de la intervención humana podía llevar a perjudicar aún más a los más pobres.