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El planeta Tierra se comporta como si fuera un gran organismo vivo capaz de autorregularse. Se trata de la hipótesis Gaia, planteada por James Lovelock en 1969. Según esta teoría, apoyada y extendida por la famosa bióloga evolutiva Lynn Margulis, los humanos han cambiado la biósfera, afectando el entorno y esto a su vez los impacta.
Los científicos aseguran que hemos entrado en una nueva era geológica: el antropoceno, la edad de los humanos. Así como los humanos fueron hechos por la Tierra, la Tierra es reformada, para bien o para mal, por los humanos.
Haciendo una analogía, Lovelock advirtió que, a causa de la intervención de las personas, el planeta llegó a un “estado terminal”, similar al que sufriría alguien que le falla el corazón o los riñones.
La tierra no es la única enferma, quienes la habitan también ven afectada su salud. Durante la década del setenta y el ochenta, se develó que la contaminación atmosférica generada por la combustión de gasolina que contenía plomo causa daños graves al sistema nervioso de los niños y en su desarrollo cognitivo.
Países como Francia, Reino Unido, Noruega y Países Bajos respondieron a esta amenaza de manera decisiva: dejarán de vender carros de gasolina y diesel máximo en 2040. Pero no es suficiente.
Recientemente Unicef lanzó un informe que sugiere que otros contaminantes del aire también pueden estar dañando los cerebros de los niños.
Andrés Sánchez Caraballo, biólogo inmunólogo con maestría de la Universidad de Cartagena, asegura que hay tres tipos de contaminantes: los físicos, como el ruido; los químicos como todas las sustancias que son producidas a gran escala y los biológicos como los hongos.
“Dependiendo del contaminante estos afectarán sistemas diferentes del cuerpo humano. Dentro de los aéreos, los más importantes son el monóxido de carbono, las partículas menores a 2,5 micrómetros, el metano, y los compuestos clorofluorocarbonados, que afectan a los pulmones pero también se ha demostrado que perjudican al sistema inmunológico y al endocrino”.
Diecisiete millones de menores de un año respiran aire tóxico, poniendo en riesgo el desarrollo de su cerebro, advirtió la agencia de la ONU.
Los bebés en el sur de Asia fueron los más afectados, con más de 12 millones viviendo en áreas con contaminación seis veces mayor que los niveles seguros.
Otros cuatro millones estaban en riesgo en Asia Oriental y el Pacífico.
Unicef dice en el informe que respirar la contaminación del aire en partículas podría dañar el tejido cerebral y perjudicar el desarrollo cognitivo.
Asegura que, reforzando la evidencia neurológica, los estudios han encontrado asociaciones directas entre la contaminación del aire, la exposición y los resultados cognitivos, incluyendo una reducción del coeficiente intelectual verbal y no verbal, la memoria, los puntajes en pruebas de conocimientos y los promedios de calificaciones entre los niños en edad escolar, así como otros problemas de conducta neurológica.
También advierten que inhalar contaminantes del aire durante el embarazo puede cruzar la placenta y afectar el cerebro en desarrollo de un feto, con potenciales efectos de por vida.
La investigación muestra una asociación entre la exposición prenatal a altos niveles de contaminación del aire y el retraso en el desarrollo a la edad de tres años, así como problemas psicológicos y de comportamiento más adelante en la infancia, incluyendo síntomas de hiperactividad y déficit de atención (TDAH), ansiedad y depresión.
Otro estudio, publicado en Epidemiology en enero de 2016, informa una caída de cuatro puntos, de 27 a 23, en el coeficiente intelectual a la edad de 5 años entre niños expuestos al aire tóxico en el útero.
La contaminación del aire también se ha demostrado que afecta la salud del feto, causando consecuencias como bajo peso al nacer, que a su vez plantean desafíos para el desarrollo de la primera infancia.
Dado todos los riesgos que implica la contaminación del aire, la necesidad de actuar es urgente.
El director ejecutivo de UNICEF, Anthony Lake, explica que “proteger a los niños de la contaminación del aire no solo beneficia a los más pequeños. También ayuda a sus sociedades, porque reduce los costos de la atención médica, aumenta la productividad y crea un entorno más seguro y más limpio para todos”.
Unicef propone aprovechar que muchos de los niños de ahora a menudo se apasionan por el medio ambiente. “A medida que más y más el mundo se urbaniza, y sin medidas adecuadas de protección y reducción de la contaminación, más niños estarán en riesgo en los próximos años”, dice Unicef en un comunicado oficial.
Exige un uso más amplio de máscaras faciales y sistemas de filtrado de aire y que los niños no viajen durante los picos de contaminación.
Un estudio diferente, publicado en diciembre de este año en The BMJ y liderado por el Imperial College London, encontró que el aire contaminado de la ciudad británica estaba conduciendo a un menor peso al nacer.
Esto se relaciona con una mayor mortalidad infantil y enfermedades del desarrollo. El mes pasado, un humo peligroso comenzó a cubrir la capital india, Delhi , lo que provocó que el primer ministro de la capital india, Arvind Kejriwal, dijera que la ciudad se había convertido en una “cámara de gas”.
En el norte de China, se estima que la contaminación del aire acortará la esperanza de vida en alrededor de tres años y el gobierno ha impuesto normas de emisiones estrictas a las empresas, aunque los medios estatales han denunciado que se burlan de forma rutinaria.
En Medellín mueren 3.000 personas por respirar el aire contaminado, según una investigación de la Universidad de Antioquia en la que participó el epidemiólogo Elkin Martínez.
De acuerdo a la investigación, Medellín vive una “epidemia por enfermedades asociadas a la contaminación ambiental”.
“1.000 personas por enfermedad pulmonar crónica, 500 por cáncer de pulmón y calculamos que unas 1.500 mueren por enfermedad cardiovascular provocada por el ingreso a la sangre de los gases tóxicos y de las partículas ultrafinas que contaminan el aire de la ciudad”, explicó Martínez .