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Una, desde la medicina, que trabaja para corregir disfunciones del cuerpo y la mente. La otra, desde una visión espiritual, que comprende el sexo como algo casi sagrado.
Y ambas, por lejanas que parezcan, buscan lo mismo: concebir la sexualidad como una manifestación del bienestar del ser humano, y más allá de los clásicos azules o rosas.
Porque lo primero que cuestionan tanto la terapia sexual como el sexo tántrico –la primera un conjunto de estrategias usadas por médicos o psicólogos, la segunda un sistema de creencias y prácticas relacionadas con el tantra– es que veamos la sexualidad como algo binario (en cuestión de gustos, géneros, etc.) y el sexo como un sistema de riesgo y recompensa.
“La terapia sexual es algo que hacen médicos o psicólogos para tratar las disfunciones sexuales”, explica el Dr. Fernando Rosero, sexólogo clínico. Esta terapia busca, desde la biología y la medicina ayudar a las personas que sufren de algún tipo de trastorno que afecte su vida sexual.
Por ejemplo, en algunos casos, uno de los síntomas de una persona con diabetes es la disfunción eréctil. “Entonces, hay que tratar al paciente desde la medicina para que su sexualidad funcione”, dice Rosero.
Pero los problemas relacionados con la sexualidad no siempre se resuelven con la facilidad de medicar o no alguna droga. Existen trastornos derivados, por ejemplo, de la ansiedad, el estrés o el trauma por experiencias anteriores.
Paradójicamente, una de las principales causas de la disfunción eréctil es la ansiedad que le produce a un hombre pensar que su “desempeño” no va a ser el adecuado.
Es en este caso, por ejemplo, donde la terapia sexual se apoya en la psicología para tratar adecuadamente al paciente.
“Una de las cosas que les explicamos es la desgenitalización, enseñarles que existen otras formas de obtener placer que no necesariamente son lo genital. ¿Por qué? Porque si la sexualidad se piensa únicamente en función de los genitales, en el momento en que haya una disfunción entras en pánico, cuando esto simplemente es un fallo de las muchas opciones que tienes para una relación satisfactoria”, relata Rosero.
Al mismo tiempo, arguye el médico, una de las cosas que más daño le hace a la forma como pensamos el tema es el coitocentrismo, es decir, que la sexualidad gire únicamente en función de la penetración, la eyaculación y el orgasmo. “Vemos estas cosas como el premio mayor y nos perdemos la posibilidad de disfrutar el recorrido”, dice, “es muy difícil hacerle entender esto al paciente, porque (en el caso de los hombres) llegan y lo único que quieren es saber cómo tener una erección más duradera”.
Para algunas personas la sexualidad significa una conexión con su pareja; conexión que, con el tiempo y la monotonía de la rutina, puede perderse.
También es posible que una mala experiencia del pasado, o el temor frente a asuntos como la desnudez o su sexualidad, les impidan tener una relación gratificante.
El sexo tántrico, una visión moderna de una parte del sistema de creencias y prácticas del tantra (relacionado con el budismo), busca, entre otros, devolverle esa cercanía con su pareja, consigo mismo y la concepción de la sexualidad desde una dimensión espiritual. Una de las premisas fundamentales de la creencia es que todo está interconectado y que ciertas experiencias pueden ayudar a aumentar el conocimiento de nuestra dimensión espiritual.
“Es una forma de ayudar a las personas a sanar sus vergüenzas, frustraciones y el miedo más profundo, que es mirar su propia sexualidad. Cuando usted acepta su sexualidad se acepta también a sí mismo”, cuenta Paula Fernanda, una terapeuta y orientadora del tema en Brasil, que en ocasiones ha venido a Colombia a dictar talleres y conferencias al respecto.
En su última visita estuvo en Medellín, donde habló sobre sexualidad y dio una introducción al sexo tántrico, entre otros.
“La preocupación principal de las personas en este tipo de talleres es sobre la sexualidad”, indica, “cuando hacemos un espacio donde las personas pueden hablar sobre sus miedos, vergüenzas, es un momento de mucha sanación”.
En uno de sus talleres había personas en situación de discapacidad, parejas jóvenes y adultas, hombres y mujeres que habían sufrido algún tipo de trauma, aficionados, curiosos y terapeutas que querían saber más del tema.
En el recinto, Fernanda habló también de la presencia de otras personas con condiciones que podían producir vergüenza a la hora de asumir su sexualidad, como haber nacido con solo un testículo o un pene pequeño.
“Las personas no tienen espacio en la sociedad para hablar sobre su sexualidad de una forma vulnerable y honesta”, expresa, y es este uno de los puntos donde su perspectiva se superpone a la de Rosero.
En la actualidad estamos limitados por una serie de prejuicios y tabúes que “siguen haciendo que las personas se sientan incómodas frente al tema”, comenta el sexólogo.
“Más que mirar las diferencias puede decirse que son complementarias. Con el ejemplo del paciente diabético, por más meditación que haga no va a compensar su problema biológico. Pero una vez esté medicado, para disminuir la ansiedad que genera la disfunción, ahí sí puede recurrir al tantra”, añade.
La sexualidad y sus problemas, casi tan complejos como el ser mismo, deben ser vistos desde diferentes disciplinas. Es un asunto que no solo obedece a lo biológico sino que también se ve atravesado, por mencionar algunos, por temas como la cultura, la sociedad y las creencias.
En este sentido, en la materia tienen voz la medicina, la psicología, la sociología, la antropología, y puede acudirse a otras prácticas como la meditación, el yoga o el reiki. Es un asunto multidisciplinario.
Lo importante es, según los conocedores, no tener miedo a hablar del tema con los expertos.
“Cada persona tiene que buscar una conexión a su sexualidad en la materia que le parezca congruente”, indica Rosero. “Cuando vivo mi sexualidad sin miedos o juicios me puedo tornar más auténtico”, agrega Fernanda.