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Todo empezó con Alyssa Milano, sí, la misma de la famosa serie de los años 90 ¿Quién manda a quien? Ella publicó un mensaje alentando a las víctimas de acoso sexual a dar su testimonio en redes sociales con la etiqueta #MeToo, en español #YoTambién.
“Si todas las mujeres que alguna vez han sido acosadas o agredidas escribieran #YoTambién, podríamos dar una idea de la magnitud del problema”, escribió la actriz.
Días antes se había denunciado el acoso que sufrieron varias artistas por parte del productor de Hollywood Harvey Weinstein.
Este estruendo mediático visibilizó uno de los flagelos de las mujeres en la historia, no solo el abuso sexual, también el acoso físico y verbal.
Es una realidad de la que poco se habla, hasta que varias estrellas la pusieron bajo los reflectores. Mar Candela, activista y feminista, asegura que “es bueno que en Hollywood esté pasando esto y, sin importar el estrato social, las mujeres ante el acoso no guarden silencio”.
Johnny Orejuela Gómez, jefe de pregrado de Psicología de la Universidad Eafit, está de acuerdo. Afirma que lo que sucede es una ganancia histórica para el género femenino. Las mujeres tienen derecho a no permitir algún tipo de conducta abusiva. Enfatiza en que no todo acoso está ligado al contacto físico, las palabras y su mal uso configuran otro tipo de acoso, el verbal.
La Real Academia Española lo define como un dicho breve con el que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer. Cuenta Orejuela que hace más de cuarenta años un piropo era interpretado como un gesto de galantería hacia una dama, era socialmente aceptado. “Hoy puede ser interpretado como un acto de intromisión en la vida íntima. No todas las mujeres lo interpretan como un acto de coquetería”, asegura.
Mar Candela precisa que cada quien lo percibe de manera distinta. Entonces, ¿cómo diferenciar una frase inofensiva, una flor, de un acto de acoso verbal?
La respuesta la ofrece el psicoanálisis, según Orejuela: “Cuando un hombre supera con sus comentarios los límites del pudor y el asco para una mujer entonces hay una conducta que podría configurarse como abusiva”.
Las mujeres están cada vez menos dispuestas a tolerar ese tipo de gestos de los hombres y tienen en un estándar muy alto el límite de lo admisible.
Pero el tema no recae solo en las mujeres. Los hombres también están llamados a tener mayor sensibilidad, “a entender que ellas son sujetos de derecho y de deseo, no objetos de deseo”, dice Orejuela.
Esta nueva dinámica hace que ellos aprendan a discernir qué palabras usan al hablarle a las mujeres. “Debemos ser conscientes de que vivimos una nueva gramática en las relaciones sociales”, precisa el psicólogo.
Si va por la calle y escucha “si como camina, cocina, me le como hasta el pegao”, no se ría. No importa si es hombre o mujer, esa frase agrede a quien la recibe.
Justamente, desarmar las palabras es la tarea de todos, como sociedad. Se requiere actuar con respeto y tener coraje para poner límites, dice Orejuela. Y mucha pedagogía, agrega Mar Candela .