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“Al entrar a estudiar psicología a Harvard sentí que había un error, que no era lo suficientemente inteligente como para estar aquí”. Aunque le parezca sorprendente, estas palabras las dijo la actriz de Hollywood Natalie Portman en un discurso a los recién graduados en 2015. Ella, ganadora de un premio Óscar en 2010 por su interpretación en El Cisne Negro, padeció en algún momento el síndrome del impostor.
El término lo acuñaron en 1978 las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes. La primera lo define como ese que sufren personas inteligentes o exitosas que al enfrentarse a una prueba en sus vidas, bien sea un examen, un nuevo cargo o una posición de poder, sienten que no son capaces de asumirlo. Asimismo, suponen que quienes están a su alrededor dudan de su habilidad.
“Les parece que sus logros se deben a contingencias y no al resultado de su capacidad y competencia. También están bastante seguros de que, a menos que hagan enormes esfuerzos para lograrlo, el éxito no puede repetirse”, explica Clance en su página web.
Las psicólogas afirmaron, en su momento, que este problema se daba más en mujeres que en hombres. Sin embargo, el psicoanalista Carlos Mario Henao, docente de la facultad de psicología de la Universidad Eafit, señala que “se da en ambos géneros, dado que enfrentarse a exigencias laborales puede llevar a que cualquier persona experimente esas inseguridades”.
El tema es muy común. Así como Portman, otras personaliades han dudado de sus capacidades. Kate Winslet, quien ganó mejor actriz por El lector en los Óscar 2008, dijo en algún momento que “a veces me despierto en la mañana antes de ir a un rodaje y creo que no puedo hacer eso, que soy un fraude”. Jennifer López también dudó de sí misma. En El Show de Meredith Vieira contó que “no me daba el crédito por ser buena en todo lo que hacía”.
Henao precisa que este síndrome no está reconocido como una enfermedad mental, pero que los psicólogos lo identifican en su consultorio, para analizar de forma individual. “No son las mismas causas para todas las personas, en algunos se da por las exigencias actuales de los cargos y una pretensión de excelencia y calidad que es insaciable; en otras lo que genera lo desconocido de ubicarse en una posición en la que no estaban antes”.
No solo se da en quienes creen que no tienen méritos, también en quienes piensan que los demás no los ven capaces, y eso genera comportamientos adversos. “La no legitimación de los otros hace que muchas personas se esfuercen de más por demostrar que sí son garantes de ese cargo”, precisa el psicoanalista.
Trabajan el triple de tiempo, buscan constante aprobación y generan problemas de salud derivados a su esfuerzo extremo.
La psicóloga española Ana Vico, creadora del popular programa Be Fullness (Vivir plenamente), explica que una persona sufre de este síndrome si le resta importancia cuando lo halagan por su trabajo o piensa, de forma recurrente, que otros lo harían mil veces mejor.
Incluso, quienes se quitan el mérito cuando han hecho todos sus deberes y los de otros, y finalmente achacan su éxito a la suerte o al azar. “Los seres humanos necesitan trabajar esa creencia limitante o tendrán serios problemas personales y profesionales”, aclara la psicóloga en su web.
Además añade que lo primero que hay que combatir es el miedo, “al que dirán, al fracaso, a la incertidumbre”.
Es un trabajo, para empezar, de aceptación y reconocimiento del problema. Luego, de mucha conciencia de las limitaciones sí, pero sobre todo del talento y las habilidades.
Creerse el cuento..