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Durante el almuerzo o mientras se toma un café puede llegar alguien que aporte una idea salomónica para impulsar un proyecto o empresa.
Así lo ve la diseñadora de moda Lisseth Herrera, quien desde hace cinco años creó su marca de ropa Junkieco y hace dos decidió unirse a La Casa Redonda, un espacio colaborativo ubicado en el parque de Laureles, que le cambió el rumbo de trabajo: “Solo estar al lado de otro conocimiento te abre la mente”, dice.
A este modelo de trabajo se le conoce en el mundo como coworking. En 1995 se abrió en Berlín la primera instalación de este tipo en la que se compartían experiencias y recursos, pero el término se acuñó desde hace 20 años.
El modelo consiste en habitaciones u oficinas compartidas donde profesionales, emprendedores o empresas buscan soluciones para sus proyectos a través de la relación con el otro.
Es decir, confluyen en un lugar personas con diferentes oficios y al estar juntos se establecen conexiones que pueden resultar en buenas ideas, aunque cada quien puede hacer lo suyo independientemente.
En crecimiento
Según la Encuesta Global de Coworking realizada este año por Nexudus, Essensys & WUN Systems, se estima que 1.7 millones de miembros trabajarán en coworking en 19.000 espacios a finales de 2018, casi el doble de lugares que había en 2015 en el mundo. Parece que las nuevas generaciones buscan un entorno de trabajo diferente para sus proyectos de trabajo.
Desde el año pasado Ruta N agremió una red de espacios colaborativos de Medellín integrado actualmente por 23 lugares de coworking. Como indica Daniela Guzmán, profesional del Distrito de Innovación de Ruta N, la ciudad se ha convertido lentamente en un provocativo escenario, entre otras cosas, por ser un foco para turistas.
Por ahora solo se han agremiado estos 23, entre los que han contabilizado 2.500 puestos de trabajo para miembros, con un costo promedio cada uno de $500.000 al mes.
Nómadas de Medellín
Otro ejemplo es WeWork, la empresa de trabajo colaborativo y en red más grande del mundo, con presencia en más de 22 países y 74 ciudades. El primer edificio en Colombia fue en Bogotá, en octubre de 2017, y el 1 de septiembre abrirá el primero en Medellín (en El Poblado), en el que esperan recibir a 1.000 miembros.
Eduardo Molina, director de expansión de la compañía en Latinoamérica, explica que a nivel global se están dando transformaciones profundas en las grandes ciudades, de las que Medellín no es ajena: mayor concentración poblacional en las urbes y una nueva generación milenial “que pasa de ser dueña de cosas a tener acceso a lo que necesita”.
Así igual lo cree Sara Molina, gerente de contenidos de Selina, cadena mundial hotelera que desde el año pasado tiene sede en Medellín. “Nos estamos posicionando como una capital para nómadas digitales del mundo”, comenta, refiriéndose a esos geeks viajeros sin puesto fijo que pasan.
Naturalmente, son espacios pensados para el trabajo colaborativo y conectar gente: desde la disposición de los corredores hasta cuántos pasos hay que dar de la oficina a donde se toma el café, una cerveza o se juega al ping pong. Estos lugares tienden a ser generalmente abiertos y con divisiones transparentes de las oficinas que incitan al contacto con el otro.
Sin embargo, no es solo la proximidad, también debe haber una programación que lleve a la colaboración. Es el caso de Selina, que busca que la gente disfrute de sus espacios, como sucede en la zona playground, dispuesta para juegos, conciertos y espacios artísticos.
Para Molina, América Latina es la región que más está creciendo y en la que más enfocada está WeWork: “Hay una demanda muy fuerte aquí por este tipo de soluciones para clientes corporativos o pequeños emprendedores”.
Así que si le gusta estar acompañado y de pronto soltar una idea que tiene, para que alguien extraño a su trabajo le opine, quizá esta sea su opción. Puede ser mientras coinciden en el café.