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Para saber de zarzuela, Alejandro Morales. Y de ópera y de opereta. Y, lo más interesante es que se ha especializado en el canto lírico en Antioquia.
Miembro de número de la Academia Antioqueña de Historia, este estudioso de la ópera, también opera: es médico especializado en enfermedades de alto riesgo, más que todo, del organismo de la mujer.
Perteneciente a una familia de médicos aficionados al canto lírico, el abuelo de Alejandro Morales atendía a los artistas que llegaban de otras partes del mundo, a principio del siglo XX y también era músico.
“Los Vieco y los Molina iban a la casa de mi abuelo, que era flautista, a ensayar con mis abuelos y tíos abuelos”, comenta, sentado detrás de su escritorio de médico, enfundado en su bata blanca, con un ejemplar físico del libro “Zarzuela, opereta y ópera en Medellín 1864-2009”, que editó Eafit, del cual hay pocos. Se consiguen más fácil en edición electrónica, preparada por la misma editorial.
Su abuelo, sus familiares médicos y él, como han atendido a los artistas de las distintas compañías, tenían el privilegio de estar tras bambalinas y darse cuenta de primera mano de algunos hechos más bien íntimos que ocurrían entre los actores, conversaciones, polémicas, inconvenientes de último momento.
Y para aumentar la calidad de sus registros, a todos les surgió la afortunada idea de guardar los programas de mano de los espectáculos a los que asistían. Y reseñas de los artistas. Si era soprano, si era buena... Y, por ese afán de investigadores, de indagar sobre los eventos que había en Medellín desde el siglo XIX.
A una Antioquia y, en especial, un Medellín tan encerrado entre montañas como el de hace dos siglos, sin tren, sin vías carreteables, ¿venían compañías musicales del mundo?
“Venían porque les pagaban en oro”, comenta el estudioso. Las mecas de los escenarios de entonces eran Manaos y Buenos Aires. Los europeos, que viajaban por Cuba, incluían a varias ciudades colombianas en sus giras.
Del Caribe, subían por el río Magdalena. Se quedaban en el Magdalena Medio y, a lomo de mulas, atravesaban la cordillera pasando por San Roque, cargando artistas, instrumentos y equipajes, hasta llegar a Medellín, que comenzó su vida de capital antioqueña en 1826.
“A veces, especialmente en inviernos, se rodaban las mulas por los abismos con instrumentos y todo”. O los músicos caían enfermos de afecciones respiratorias, como resultado de los climas inclementes.
Muchos de ellos se quedaban tocando en los entierros de primera, en los matrimonios o en las fiestas de los ricos e iban haciendo fortuna.
“Y esas giras demoraban hasta dieciocho años, al cabo de los cuales volvían a sus casas millonarios”.
Tales artistas eran también los maestros de los primeros músicos locales. Hubo quienes se quedaron a vivir aquí, unos porque se enamoraron o por cualquier otro motivo, como el violinista Pietro Begue Monserrat, a principios del siglo pasado.
En Medellín, la primera ópera se presentó en 1865. Lucía de la Memmermoor, El favorito, La Traviata, Atila y Los lombardos, conformaron el primer espectáculo de canto lírico en esta ciudad. La soprano: Asunta Mazzetti.
Una caja de música. Alejandro Morales es una caja de música. Y su libro, un tesoro de la historia musical .