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La familia gringa que se multiplicó en Medellín

Un grupo de hermanos de La Casita de Nicolás encontró una familia adoptante que los mantendrá juntos.

  • Mientras están en Colombia preparando el visado, arrendaron un apartamento y han estado visitando sitios turísticos de la ciudad. FOTO juan antonio sánchez
    Mientras están en Colombia preparando el visado, arrendaron un apartamento y han estado visitando sitios turísticos de la ciudad. FOTO juan antonio sánchez
  • FOTO Juan Antonio Sánchez
    FOTO Juan Antonio Sánchez
11 de septiembre de 2017
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Qué canción tan maluca, ¿quién puso eso?, reprocha uno de los niños a su grupo de hermanos. Tres lo entienden, otros tres no; estos últimos siguen concentrados en sus tabletas. Son siete en total, cuatro niños y tres niñas, cada uno tiene un dispositivo, y cuando ven algo que quieren mostrarle a otro hacen señas, gritan o hablan como si se entendieran perfectamente, así el idioma natal de unos sea el español y el de otros el inglés.

De los siete cuatro son de Medellín, tres niños y una niña: Vicente, Michael, Kevin y Fadiris. Kurt Davis y Rachel Davis, una pareja de estadounidenses que reside en Kansas, los adoptó. Convirtieron su familia de cinco integrantes en una de nueve, y están felices.

“Encontramos este grupo de niños hace unos diez meses por medio de una agencia en Estados Unidos y nos interesamos en saber más sobre ellos para adoptarlos. No estábamos buscando que fueran colombianos, por eso decimos que Colombia nos encontró. Estos niños nos hallaron y nos trajeron por primera vez a este país por una razón grandiosa”, dice Kurt, que es médico y lleva puesta una camiseta que promueve la adopción.

En el apartamento donde se están quedando por estos días hay muchos pares de tenis de niño, de distintas tallas. Los tienen organizados a un lado de la puerta, listos para cuando vayan a salir a recorrer la ciudad, como lo han hecho en los últimos días.

Tenerlos juntos fue un proceso largo. “Llenamos más de mil formularios que tenían que ser aprobados por el Gobierno colombiano y por el de Estados Unidos”, cuenta Rachel, exagerando pero queriendo decir que en realidad fue arduo. En ambos países, según cuenta, se aseguraron de que ellos fueran los padres adecuados: revisaron sus antecedentes, les hicieron evaluaciones psicológicas, y verificaron su capacidad económica.

Aunque los niños eran parte de los llamados grupos especiales que esperan ser adoptados, por ser hermanos, que Rachel y Kurt se decidieran por los cuatro fue más fácil de lo que esperaban. Sabían que habían estado juntos siempre, por eso, separarlos no fue nunca una posibilidad. “Adoptar cuatro no es sencillo, pero vale la pena mantener toda la familia junta; si son una familia tenía que continuar así”, señala Kurt.

Los esposos cuentan que siempre estuvieron convencidos de que mantenerlos juntos sería lo mejor para la adaptación de los niños. De esa forma no tendrían que preocuparse por saber dónde estaban sus hermanos o qué estaban haciendo, “lo que es una preocupación menos para todos los cambios que vienen en nuestras vidas. Es mejor que estemos todos juntos”.

Rachel añade que al estar juntos esta transición a su nueva familia será más fácil, ya que tendrán cerca a alguien que entienda la situación por la que están pasando o lo que están sintiendo.

FOTO Juan Antonio Sánchez
FOTO Juan Antonio Sánchez

El proceso comenzó hace casi un año, en noviembre de 2016, cuando la pareja supo que finalmente iba a adoptar, pero los niños no se enteraron hasta junio de este año. Desde entonces comenzaron a comunicarse por Skype cinco veces a la semana, “para crear cierta familiaridad y no sentirnos como extraños cuando nos encontráramos personalmente por primera vez”, dice Kurt.

Cuando el día llegó, en agosto, “fue increíble, el mejor de nuestras vidas”, comenta Rachel. Primero se vieron con las personas que estaban cargo de ellos en su hogar, La Casita de Nicolás, luego se vieron todos en un mismo cuarto “e inmediatamente nos abrazamos, empezamos a contarnos historias y los siete niños, a jugar juntos. Fuimos una sola familia instantáneamente, fue hermoso” relatan.

Ahora continuarán sus vidas en Kansas. Para Kurt y Rachel, los niños tendrán algunas ventajas en su adaptación, una de ellas es que en esa ciudad un 40 % de la población habla español, asegura Kurt. “Así podrán sentir que pertenecen a una comunidad”. También cuentan que hicieron algunos ajustes en la casa, y ahora tendrán que acostumbrarse a otro clima, aunque el que hace por estos días en Kansas es un poco parecido al de Medellín, “pero ya vendrá la nieve y les va a encantar”, menciona Rachel.

Según ella, el lugar donde vivirán es un pequeño pueblo con cerca de 20 mil personas, “muy diferente a Medellín que nos ha parecido tan inmenso”. Kurt, por su trabajo, estará algunas horas por fuera, pero ella se quedará en casa todo el día con los niños, algo que siente como una gran oportunidad para salir a caminar y conocer diferentes lugares y personas con ellos.

Ya tienen listos los currículos y los libros para la escuela. Allí van a recibir la ayuda de los maestros para que tengan más intensidad en las horas de aprendizaje de inglés y también para mantener su español. Aunque los esposos Davis cuentan con gracia que los niños paisas aseguran que saben inglés porque están en clases desde el primer grado.

Esta experiencia no ha podido hacer a Rachel y Kurt más felices, por eso, a los padres que están buscando adoptar les aseguran que no teman hacerlo con niños que no sean recién nacidos y que tampoco duden si se trata de grupos de hermanos. “Seguramente es un reto más grande pero se verá compensado con más felicidad. Es maravilloso darle una familia a un niño que la necesita”.

Ahora tienen mucho en qué pensar; no se trata de números, comentan, sino de cómo invertir su tiempo en darles una mejor vida a estos niños. Saben que esta no será definitivamente la última vez que estén en Medellín, “seguramente vendremos más porque todo es hermoso, la gente es encantadora, la ciudad es maravillosa, y a los niños les encanta” .

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