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“La gente no considera que hay ecosistemas importantes, nos movemos como si estuviéramos solos”, dice Carlos Delgado Vélez, investigador miembro de Aburrá Natural, una organización que estudia los animales de la zona y la muerte en carreteras.
El Escobero es uno de los puntos de la región metropolitana donde más atropellamiento de fauna ocurre.
Aunque la demarcación es clara, indicando el límite entre 30 o 40 kilómetros de velocidad según el sitio, los autos suben a 60 o 70 y descienden por esa pendiente llena de letreros de advertencia hasta a 80 kilómetros.
Víctor Manuel Vélez Bedoya, biólogo de la Subdirección Ambiental del Área Metropolitana cuenta que en el Aburrá (que comprende el 1,8% del territorio departamental) viven 100 de las 479 especies de mamíferos que hay en Colombia, 316 de las casi 1.900 de aves y 43 especies de anfibios y reptiles de 1.334 del país.
Las laderas de la zona suroriental han sido más estudiadas, desde el Alto de San Miguel, en donde hoy se hace un inventario (se han reportado 215 de aves y 43 mamíferos), pasando por La Romera en Sabaneta, los ecosistemas de Envigado de la zona alta y con El Retiro (San Sebastián-La Castellana), hasta el Parque Arví.
Zonas cortadas por carreteras, una fragmentación que ha incidido en el desarrollo de la vida y que preocupa pese a que como reconoce Luz Adriana Molina, subdirectora de Ecosistemas de Corantioquia, con los programas de conservación se ha mejorado un valle intervenido de sur a norte y de este a oeste.
La presencia de mamíferos y de grandes depredadores es un detalle que habla de la alta biodiversidad.
Se han avistado 4 de las 6 especies de felinos del país. Incluso con alguna de las 20 cámaras trampa instaladas por Envigado se ha detectado la presencia de puma con sus crías. Pero habitan también tigrillos lanudos, ocelotes y yaguarundíes.
Para que subsistan deben tener alimento. Y parece que existe.
“Hay un corredor claro entre San Antonio de Prado, La Estrella, Caldas, Sabaneta, Envigado y un poco Arví, luego a Copacabana y Girardota”, dice Juan Camilo Restrepo Llanos, funcionario de Ecosistemas en Corantioquia.
Por el occidente sigue de San Antonio a Itagüí, el cerro del Padre Amaya y a la cuchilla de Las Baldías que da a Bello.
En Medellín se han ganado los corredores de varias quebradas, algunos hasta la parte alta de las montañas, uniendo ecosistemas.
“Si se mira lo histórico, ha disminuido por la alteración de los hábitats. No se ven, por ejemplo, aves que se reportaban en los años 50. Tampoco otras especies, quizás desplazadas”, recuerda Restrepo Llanos.
En Las Baldías, el padre Amaya, Copacabana y Girardota habitaba el oso andino, que se ausentó hace varios decenios .
En la zona urbana de Medellín abundaban azulejos, golondrinas, pinches y copetones. Hoy no, cuenta Vélez Bedoya. Se han ido por las nuevas condiciones a sitios más altos.
Unas especies se adaptaron como algunos colibríes, otras ayudadas en muchos casos por el desbalance ecológico que crea la gente otorgándoles comida: las palomas y las tórtolas que ganaron muchos espacios, mientras hacia el aeropuerto Olaya Herrera y la Unidad Deportiva de Belén abundan los canarios, el Estadio y La Iguaná es tierra de loras, como la Oriental, pleno centro, entre Perú y Caracas es casa de las loritas carisucias.
Ha sido más estudiada la ladera suroriental, pero por todas hay vida en esos parches que se lograron preservar.
En El Romeral, en Sabaneta, se conocen 7 especies de ratas y ratones, dice Delgado, y al suroriente hay un ratón de montaña que no se conoce al occidente. En el cerro del padre Amaya hay un anfibio es exclusivo. “La fauna es muy similar en ambos flancos de la cordillera (la Central), pero diferente a lo largo del valle” y los gradientes altitudinales, comenta la Subdirectora de Ecosistemas.
Pero mucha de esa fauna está amenazada. En El Escobero ocurre la mayoría. De enero a octubre de este año se registraron 120 atropellamientos, 49 de ellos de mamíferos, 51 aves y los otros anfibios y reptiles, relata Juan Manuel Obando, quien está al frente de la aplicación Tayra para reportar los casos.
Los accidentes vienen en aumento. En un análisis presentado el año pasado, en la Revista EIA, se reveló que de 2008 a 2013 se registraron 53 casos con 13 especies, con 3 nuevas involucradas y un aumento en la muerte de tigrillos lanudos (11 registros en 8 años).
El flujo vehicular, más el ruido, ha hecho que algunos animales se hayan ido adaptando. La evidencia empírica revela que usan los bajos de puentes y desagües para cruzar. Se cree que zorros perro, ocelotes, pavas, comadrejas y gallinetas los utilizan.
Molina argumenta que las carreteras son necesarias para la movilidad. El tema pasa, sostiene, por la educación de los conductores. La medida más efectiva en los países donde importa el tema, es la reducción de velocidad, según el director de Aburrá Natural. Soluciones útiles como los puentes aéreos no son apropiadas para todas las especies.
Así, mientras con afán se busca enlazar los parches boscosos para que la vida corra tranquila y se propague, las carreteras son un obstáculo.