viernes
7 y 9
7 y 9
S teve McQueen atraviesa el desierto en su motocicleta. Salta sobre una duna y aterriza sobre la arena con un onomatopéyico y estruendoso “thump”. El problema de la moto que prueba es que es muy pesada. “Prefiero una moto liviana, que se ajuste al conductor”, dice. “Así, pareciera convertirse en parte de ti mientras la conduces”.
¿Cómo hacer para que una moto sea más liviana? La respuesta está en la paradoja clásica: “¿de qué puede llenarse un balde para que pese menos? De agujeros”.
Esta es una de las premisas fundamentales de las café racer, un estilo de moto que nace en la década de 1960. Contemporáneas a las películas de McQueen y originadas en Inglaterra, estas motocicletas se enfocan en un diseño minimalista -los jóvenes ingleses les quitaban la mayor cantidad de partes que pudieran a sus motos- y estilizado.
Asientos monoplaza, retrovisores en los manillares, cinta aislante en el mofle, manubrio invertido. Los cambios en el diseño de la racer conllevan a que conducirlas sea, también, una experiencia distinta.
Hasta un ojo poco entrenado puede reconocer que el conductor está acostado. Puede llegar a ser incómodo, aun para un veterano.
En materia de peso, la BSA Hornet de la que McQueen se quejaba marcaba 180kg en la escala. Una café racer puede oscilar entre los 100 y los 200. Depende, entre otros, del motor y el marco o chasis.
A nivel mundial, marcas como BMW, Ducati y Honda ‘actualizan’ sus diseños para acercarse a estos modelos. El tema también llegó a Colombia. En el país hay representación de nombres clásicos con estos modelos, como Royal Enfield y Triumph. Pero no se trata únicamente de comprar una de estas motocicletas: como el Lego, la gracia está en armarlas.
“A la gente le gusta el cuento. Hay una corriente fuerte por todo lo que sea arreglar motos y ponerlas así”, dice Sergio Sierra, motociclista reconocido de la ciudad. Las motos pueden ser nuevas, viejas, de alto o bajo cilindraje: nada importa. “Ahí cuenta es el estilo, que sea bonita”, dice.
La Continental GT de Royal Enfield vale 15 millones y una Triumph modificada puede estar por los 30. Pero el precio no es una barrera estricta.
AKT Motos vende un kit que permite transformar el aspecto de una de sus motos en el de una café racer. Toda la operación, con la moto de fábrica, puede valer unos cuatro millones de pesos.
“No tiene que ver tanto con el hecho de mostrar, porque no vas en una moto de 70 millones. Para mí es una cultura de mucho desprendimiento”, opina Juan Gonzalo Gómez, de Royal Enfield. Además, como la premisa inicial es la liviandad, “la gente siente más sus motocicletas, está más cercana al aparato”.
McQueen es recordado por su pericia en automóviles y motocicletas. Una anécdota es que, gracias a la magia de la posproducción, en una película aparece tanto escapando en una motocicleta como uno de los dobles que, en motocicleta también, lo persigue.
En su reseña para Popular Science, publicada en noviembre de 1966, habla de la satisfacción de ajustar una moto y que funcione a la perfección. Que la reducción de peso las hace competitivas y satisfactorias.
Pero los afanes de la adrenalina no lo enceguecen e insta a los conductores a nunca olvidar usar casco. Una de las pocas cosas indispensables para una café racer.