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Lleve la pomada con marihuana y coca para el dolor, llévela... casi que canta el vendedor al lado de la estación del metro, y repite hasta que se convierte en un lejano sonsonete.
En 2016 la marihuana estuvo en el centro de las miradas en el país por la aprobación de la ley que permite y regula su uso medicinal como el de sus derivados.
Maldecida por unos, bendita para otros. Lo cierto es que su uso se extiende. Reportes de Estados Unidos dicen que 22 millones de ciudadanos la usan, 90 % con fines recreativos.
Con la ley de uso medicinal, algunas empresas del negocio creen que se beneficiará el 10 % de la población del país, porcentaje que podría duplicarse una vez se tengan los permisos para el expendio de los derivados, afirman.
Y departamentos como Antioquia han pedido el monopolio sobre el negocio.
La ley autoriza su uso medicinal y para fines científicos, pero la marihuana y sus compuestos son desconocidos hasta para la misma ciencia que no se pone de acuerdo o no sabe con certeza para qué sirve, si hace daño o beneficia a sus consumidores, si da cáncer o lo alivia.
Empresas que producirán y venderán esos productos en el país resaltan resultados en cáncer, epilepsia y esclerosis múltiple entre otras condiciones de salud.
Pero, ¿en verdad funciona?
Las Academias de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos publicaron una rigurosa revisión de artículos científicos sobre el impacto en la salud de la cannabis y los productos derivados, la marihuana y sus compuestos activos más conocidos como cannabinoides.
El comité encargado analizó los estudios acerca de los efectos terapéuticos a los riesgos para provocar ciertos cánceres, enfermedades, trastornos mentales y lesiones.
Tuvieron en cuenta cerca de 10 000 resúmenes de artículos (de unos 24 000 que se han producido) para derivar de ellos casi 100 conclusiones.
“La creciente aceptación, accesibilidad y uso de cannabis y sus derivados ha traído importantes inquietudes de salud pública. Es más, la carencia de nuevos conocimientos de los efectos relacionados con la salud ha generado incertidumbre sobre si produce daños o beneficia su uso”, expresó Marie McCormick, directora del comité.
El extenso reporte explica que “a diferencia de otras sustancias como alcohol o tabaco, cuyo uso puede significar riesgo, no existe un estándar para ayudar a los individuos como una guía para decidir cuándo, dónde y cómo usar cannabis con seguridad y, en asuntos de usos terapéuticos, efectivamente”.
El análisis reveló que falta mucho por conocer sobre los beneficios a la salud y los inconvenientes de la hierba más popular, aunque en algunos temas sí hay evidencias.
Uno de los usos terapéuticos más generalizados de cannabis y los cannabinoides es para tratar el dolor crónico en adultos. Se encontraron evidencias de que quienes los usan sí experimentan reducción de los síntomas del dolor.
Para personas con esclerosis múltiples y los espasmos musculares, la evidencia dice que el uso por cortos períodos de unos cannabinoides orales mejora los síntomas.
En adultos con náuseas y vómito por quimioterapia, la evidencia concluye que es útil.
Existe moderada evidencia de que ayude a personas con problemas del sueño asociados a apnea obstructiva, fibromialgia, dolor crónico y esclerosis múltiple.
Es débil la evidencia que respalde el uso para aumentar el apetito y reducir el peso por el VIH; para mejorar síntomas del síndrome de Tourette; ayudar en casos de ansiedad o de trastorno por estrés postraumático.
También es limitada la evidencia de que esos productos son inefectivos para mejorar síntomas de demencia, mejorar la presión intraocular asociada con glaucoma o reducir los síntomas depresivos en personas con dolor crónico o esclerosis múltiple.
El comité encontró que no existe o es insuficiente la evidencia para respaldar o rechazar el tratamiento para los distintos tipos de cáncer, incluido el glioma, la anorexia asociada al cáncer, la epilepsia, el colon irritable, los síntomas de la esclerosis lateral amiotrófica, los síntomas motores asociados al Párkinson, la espasticidad en pacientes con parálisis por daño en la médula, distonia o mejoras en salud mental en personas con esquizofrenia.
Una de las inquietudes sobre la marihuana es si fumarla provoca cáncer. El comité encontró evidencia moderada o no existe asociación estadística de que tenga incidencia en los cánceres de pulmón, cabeza o cuello.
Es limitada la evidencia de que genere tumor testicular del tipo no seminoma. Y es insuficiente la evidencia o no existe de su incidencia en cáncer de esófago, próstata, cervical, de pene, non Hodgkin, anal, sarcoma de Kaposi ni de vejiga. O de riesgo de desarrollar leucemia mieloide aguda y otras formas.
Los estudios entregan evidencia limitada de una asociación estadística entre el uso de cannabis y el infarto agudo de miocardio, derrame isquémico, menor riesgo de síndrome metabólico y diabetes o mayor riesgo de prediabetes.
Tampoco hay evidencias que respalden o refuten una asociación entre los efectos crónicos del uso de marihuana y un mayor riesgo de infarto agudo del miocardio.
Lo que sí se encontró fue una evidencia sustancial de una asociación estadística entre fumar cannabis y peores síntomas respiratorios y episodios más frecuentes de bronquitis crónica (para fumadores por mucho tiempo).
Hay evidencias moderadas de una asociación entre fumar la hierba y una mejora de las vías aéreas con el uso agudo, no con el crónico.
Además se encontró una evidencia moderada entre dejar de fumarla y una mejoría de los síntomas respiratorios.
También es limitada la evidencia de una asociación estadística entre fumarla y un mayor riesgo de desarrollar enfermedad pulmonar obstructiva crónica (epoc).
Y no hay evidencias suficientes que respalden una asociación con la exacerbación del asma.
En lo que sí hay evidencias sólidas es entre el uso de cannabis y un mayor riesgo de accidentes vehiculares. No las hay o son insuficientes para respaldar o refutar que provoque muerte por sobredosis o de mortalidad por todos los tipos de causas. Tampoco de una relación con accidentes o lesiones ocupacionales.
Se hallaron evidencias sustanciales de una asociación estadística entre su uso y el bajo peso del hijo al nacer, pero es limitada la asociación con complicaciones del embarazo para la madre o la admisión del bebé en la unidad de cuidados intensivos neonatal.
En este campo, es insuficiente la evidencia existente para apoyar o refutar una relación entre la madre fumadora y consecuencias posteriores en sus hijos, como muerte súbita, funciones cognitivas, logro académico o uso futuro de estas sustancias.
Las evidencias son moderadas entre el uso y alguna disfunción en los dominios cognitivos del aprendizaje, la memoria y la atención, y limitadas en cuanto a resultados educativos, mayores tasas de desempleo o bajos ingresos.
Igual de limitadas son las evidencias entre una abstinencia prolongada de su uso y problemas en esos campos cognitivos.
En esta área sí hay evidencias sustanciales de una asociación entre el uso de marihuana y el desarrollo de esquizofrenia y otras psicosis, con mayor riesgo entre quienes más la fuman.
Pero es moderada la evidencia entre su uso y un mejor desempeño cognitivo en individuos con trastornos psicóticos, o un aumento de síntomas en aquellos con desorden bipolar.
La evidencia del riesgo de desarrollar problemas depresivos es moderada asimismo.
Acerca de si su uso puede llevar al desarrollo de una dependencia de sustancias como alcohol, tabaco y drogas ilícitas, la evidencia es moderada.
Las conclusiones son muchas más. El comité advirtió que falta más investigación y mayor financiación. Pero por ahora, esto es lo que se tiene: tampoco es que sirva para todo lo que se dice.