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Eran las tres de la mañana de un día cualquiera de 2014, y el avión que me llevaría a Cancún dos horas después aguardaba por mis maletas que, a esa hora, se encontraban abiertas por completo en las oficinas de la Policía Antinarcóticos del aeropuerto José María Córdova de Rionegro.
Yo desconocía por completo la situación y me encontraba en la sala de espera, cuando el sistema de audio interno del aeropuerto mencionó mi nombre, solicitándome en la puerta de abordaje. Al llegar, un policía me pidió que lo acompañara hasta la oficina de antinarcóticos.
“¿Esta maleta es suya?”. Por supuesto, les dije. De inmediato me invadieron los nervios, y me sentí culpable aunque sabía que no llevaba nada indebido. La presencia de cremas, lociones, bronceadores y demás artículos para playa de mi esposa alertaron a las autoridades, extrañados porque un hombre hubiera registrado una maleta con dichos elementos.
Una hora después respiré y abordé tranquilo, pero esa sensación de culpabilidad que tuve mientras la requisa fue angustiante. ¿Por qué me sentí así?
El psicólogo Juan Diego Tobón Lotero, exdecano de Psicología de la Universidad CES, explica que ese sentimiento que se genera en situaciones como la anterior tiene que ver con la forma en la que nos relacionamos con las normas.
En nuestra cultura, explica Tobón Lotero, aprendemos a compartir con las normas de una manera muy “punitiva”. Desde que estamos pequeños, una de las primeras palabras que aprendemos y que escuchamos es “no”. La dicen los padres, maestros, adultos, incluso el Estado. Así, incluso mayores, construímos un significado de las normas y de su cumplimiento, “que cuando hay algo que nos recuerda cierta autoridad y unas condiciones punitivas o castigadoras, con implicaciones severas, así no tengamos nada qué ocultar nos sentimos violentados, como descubiertos, como si estuviéramos expuestos a que el otro se dé cuenta”.
La escena en el aeropuerto se repite, esta vez en Eldorado de Bogotá. Diciembre de 2015, viajo solo a República Dominicana y de nuevo al pasar por inmigración un agente de Policía me pide que lo siga hasta la oficina de Antinarcóticos.
Con las manos sobre mi cabeza, el escáner, como era de esperarse, niega cualquier presencia de narcóticos en mi cuerpo o en mi vestimenta. Sin embargo, mientras salen los resultados toda clase de pensamientos pasan por mi mente. “¿Será que sale algo? ¿Pero si no llevo nada?”, medito.
Diez minutos después, regreso a la sala de espera y continúo en mi viaje.
Sigmund Freud, el famoso médico neurólogo austriaco y padre del psicoanálisis, se refería en El malestar en la cultura al origen del sentimiento de culpabilidad desde dos miradas: “el miedo a la autoridad y el temor al superyo. El primero obliga a renunciar a la satisfacción de los instintos; el segundo impulsa, además, al castigo”. Y agrega: “La conciencia de culpa es más que todo una angustia social, una angustia frente a la pérdida de amor, la cual emerge en un individuo cuando es sorprendido realizando un acto prohibido por los progenitores. Desde esta lógica sólo es culpable quien es descubierto en el acto”.
Freud considera esto una “variedad tópica de la angustia”, y explica que este afecto en principio es llamado “conciencia de culpa”, luego “sentimiento de culpa”, que “se activa gracias a un juicio que en principio proviene de los progenitores y posteriormente de una instancia psíquica que hace las veces de juez”, citando el documento Negociación, culpa y crueldad; de Nietzche a Freud, de Adolfo Vásquez Rocca, doctor en Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
El sicólogo Carlos Rodríguez Muñoz, en su blog Psicología para no psicólogos, frente a la pregunta “¿por qué me siento culpable?”, hace referencia a la culpa defensiva. “¿Puede la culpa protegernos de algo? Sí, del sentimiento de impotencia ante una realidad dolorosa. Nos resulta más doloroso sentir que no tenemos ningún control sobre las cosas malas que nos pueden pasar, que sentir que somos malos”.
Si a usted le ha pasado, ya lo sabe, sentir culpa por algo que no ha hecho es muy recurrente y tiene su explicación, así que si está libre de culpa, ¿de qué se preocupa?.