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“Cuántas cosas no necesito”, dijo alguna vez Sócrates al recorrer un mercado. La frase la entregó el historiador griego Diógenes de Sinope, seguro para justificar su estilo de vida, al permanecer como vagabundo en las calles de Atenas. Por eso le dieron su nombre a ese trastorno sicológico (ver glosario).
¿Esa misma frase podría decirla usted al ver todo lo que guarda en su casa? ¿Cuántas posesiones materiales, que tiene ahora, no necesita en realidad? Piense solo en su ropero. En ese pantalón que tiene guardado hace más de dos años con la esperanza de que le vuelva a servir. Puede mirar también en la cocina, esa vajilla que tiene todavía en cajas, esperando la cena perfecta para lucirla. A lo mejor en su casa todo lo usa pero tiene un cuarto útil al que no le cabe un cachivache más.
Si se identificó con alguna de estas situaciones, cuidado, puede estar en camino a convertirse en un acumulador. Sí, de esos que ha visto con asombro en los programas de televisión de cable que no tienen ni espacio para caminar en su casa de lo llena que está, de basura y cosas inservibles.
Que estos programas se hayan vuelto visibles desde hace algunos años es beneficioso según la doctora en psicología y profesora de la Universidad Eafit, Mariantonia Lemos Hoyos, “eso pone en conocimiento general temas que se han ocultado. Mostrar que los trastornos mentales están entre nosotros, que eso no hace a una persona mala o loca sino con un trastorno, en este caso, obsesivo compulsivo, que se puede tratar”.
Ella aclara que no se puede calificar con un desorden a cualquier persona que esté acumulando. “Es un tema muy cultural” y en eso está de acuerdo el psicólogo clínico y bloguero de EL COLOMBIANO, Juan Carlos Posada Mejía, “tenemos una cultura acumuladora en Antioquia, viene de los ancestros, de guardar los trastos, las vajillas, de sentirse mal al botar y eso es un fenómeno que está arraigado en nuestra sociedad”.
“Los comportamientos se pueden volver trastornos cuando están ligados a un malestar emocional”, explica la doctora Lemus. Es decir, que si usted le insiste a su familiar salir de esa olla vieja que ya no sirve y recibe a cambio no solo una actitud de enojo sino hasta llanto y ansiedad, hay que alarmarse.
La Sociedad Británica de Psicología publicó una guía de buenas prácticas en 2015 para que los profesionales traten estos temas. Allí argumentan que la acumulación tiene un fuerte impacto en la capacidad de una persona para funcionar de manera independiente y puede conllevar un alto nivel de riesgo para ellos y quienes están a su lado. “Causa altos niveles de angustia para aquellos que comparten un hogar o viven cerca de la persona que atesora o para las comunidades a su alrededor”.
La guía de los británicos explica que al tratar a una persona con este trastorno lo primero que hay que implementar en el equipo de trabajo y la familia es el respeto y no juzgar, “hay muchos miedos y personas con pérdidas muy grandes que disparan este tipo de problemas”, aclara Lemos. Esos casos graves ameritan la mirada de un psicólogo.
Si el caso no es tan complejo y su familiar o amigo sabe que ha acumulado pero está dispuesto a desechar, la recomendación es hacer una jornada de orden comenzando por vaciar por completo el espacio que quiera revisar, como su clóset por ejemplo. Después de limpiarlo se devuelve la ropa que sí va a usar y se desecha eso que definitivamente no va a ponerse y así con cualquier parte de la casa que quiera arreglar.
Piensa Posada Mejía que para evitar futuros trastornos de este tipo hay que abordar a las nuevas generaciones con un tema preventivo y aplicar tres enseñanzas: una cultura del desapego que explique que lo material se puede reemplazar; otra que no se base en que el valor propio es igual a lo que se posea y una final que elimine los cuartos útiles o espacios para guardar