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Cuando abrió el set de cuchillos que le entregaron, Juan se cortó con tan solo mirarlos. Así narra el primer encuentro que tuvo con ellos, allá en Le Cordon Bleu Dusit de Bangkok, Tailandia, en el comienzo de sus clases de cocina. Nunca los había tenido así: de frente y tantos.
Conseguir el sueño de ser chef le costó más que kilómetros de distancia, horas de vuelo –entre 37 y 52– y dinero. En lo que más invirtió fue en el tiempo para tomar una decisión que, según él, le cambió la vida.
Juan Carlos Agudelo cocina desde que era niño, así recuerda. Empezó a hacer sus primeros platos –pasta y sánduches grilled–, insípidos, “a veces un desastre”, con solo ocho años.
El amor a la cocina es gracias a su mamá, Luz Amalia Escobar, y a la tradición de comer en familia, de disfrutar cada plato.
La pasión por el oficio aumentó después, cuando ya era un adolescente, gracias a las clases en La Cafetiere de Anita, con Anita Botero, otra chef Cordon Bleu. Para Juan, ella “ha sido una mentora y un ejemplo a seguir”.
La etapa decisiva fue cuando finalizó el colegio. Comenzó estudiando mercadeo y unos semestres después quiso hacer simultáneamente comunicaciones en otra universidad. Mientras cursaba las dos carreras paró, no continuó y se empecinó en estudiar en Le Cordon Bleu, una escuela tradicional de cocina francesa, reconocida en todo el mundo.
Llegó hasta Tailandia, ese era su sueño, lo tenía al alcance pero le trajo esfuerzos. Los de él han sido estar en un país completamente diferente al de su origen, enfrentarse a la soledad y no desfallecer ante su propósito de ser un gran chef.
En la cocina siente que ha tenido que “endurecer el carácter” y acostumbrarse a que el momento en el que cree que está haciendo las cosas bien es cuando tiene que hacerlas mejor. “Hay que correr riesgos, innovar y recibir críticas, también aprovechar los cumplidos para renovar la motivación”.
Es un reto todos los días, asegura el chef. Y ahora, después de estudiar, tal vez viene uno más grande: trabajar en Le Normandie, el restaurante de lujo del hotel Mandarín Oriental (Bangkok), junto al chef Arnaud Dunand, quien está en Les Grandes Tables du Monde, una asociación que reúne 170 restaurantes en los cinco continentes.
Juan está tranquilo, además de entusiasmado y feliz. Siente que tuvo buenos maestros; Mikael Wenger, chef de cocina, y Willy Daurade, de repostería. Él seguirá aprendiendo. Eso lo sabe.