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Durante milenios, Estambul —o Constantinopla— ha sido considerada capital del mundo, la ciudad donde confluye la mayor cantidad de civilizaciones y, a la vez, se ponen de manifiesto las principales tensiones entre las mismas. Su privilegiada ubicación, sus siglos de historia contenida en sus estrechas calles, y su carácter de apertura entre pueblos, la hizo sufrir no solo sangrientas batallas pasadas, sino absurdos terrorismos actuales, con su más reciente episodio el martes.
La terminal más transitada de esta megaurbe de 14 millones de habitantes, el Aeropuerto Internacional Atatürk —transportó 61 millones de pasajeros en 2015—, símbolo de esa importancia mundial, fue lugar del último de una serie de atentados suicidas que han sembrado terror en la población turca.
Los 41 muertos y 239 heridos que dejó el ataque ponen de manifiesto no solo la voluntad del Estado Islámico (EI) —probable autor de la masacre—, de herir a Turquía en su alma nacional, sino también su capacidad de golpear uno de los aspectos que más la conectan al mundo: el turismo.
Cabe resaltar la cantidad de extranjeros muertos por este incidente: 13. Cinco de Arabia Saudita, dos de Irak, y uno de Túnez, Uzbekistán, China, Irán, Ucrania y Jordania, respectivamente. Así, ¿cómo analizan expertos el hecho de que el atentado se da en el aeropuerto de un país fundamental en la geopolítica?
“Este ataque busca un efecto de comunicación mundial a través de Turquía. Ocurre además en momentos en que el país trata de normalizar relaciones con Rusia y logra acercarse con Israel. También coincide con los dos años del bautizo de guerra de este grupo. Estos terroristas buscan una fecha concreta y un oportunismo mediático para aterrorizar a Occidente y al globo”, explicó Germán Sahid, docente de la facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
“Estambul es la capital de la comunicación entre Oriente y Occidente. Desde siempre, Constantinopla fue ese vínculo y punto de encuentro entre los dos mundos. Turquía aprovecha las coyunturas en ambos lados para avanzar en sus objetivos”, agregó.
Así por ejemplo, con su manejo de la crisis migratoria europea y sus pactos de deportación de migrantes de Medio Oriente, dicho país prevé lograr en el futuro una entrada a la UE, y ya ha conseguido distintos objetivos. También, como recuerda Sahid, “los turcos ayudaron a crear la inestabilidad en Siria, sin un consentimiento de la comunidad internacional y de potencias como Rusia, y hoy paga los platos rotos, porque es usada como un punto de entrada de células del EI hacia Europa”.
Tras producirse el ataque, el martes, el primer ministro turco, Recep Erdogan, se mostró decidido a pesar de que su país está cada vez más inmerso en la compleja coyuntura de su vecino, Siria.
“Este atentado, en pleno Ramadán, muestra que el terrorismo golpea sin respetar la fe ni los valores. La comunidad internacional debe tomar una posición firme frente a la amenaza. Turquía tiene el poder, la determinación y la capacidad de continuar la lucha contra el terrorismo”, afirmó.
El mandatario es consciente de que su nación se encuentra en la encrucijada mundial de dicha pelea, y así mostró firmeza, pero el ataque evidenció que los tentáculos del EI están bien asentados sobre el territorio turco.
“Turquía está bombardeando al EI en Siria, y para este grupo era vital responder con atentados. Y en ese cometido vio al turismo como un objetivo fundamental, por la importancia que tiene para el país”, aseguró John Marulanda, consultor internacional en seguridad y defensa.
“Tras esto, Turquía tendría que restringir los accesos al país y la entrada de turistas, pero esto sería inconveniente para su economía. El paso a seguir es mayor intercambio de inteligencia, porque hasta ahora su estrategia para responder a las capacidades incontrolables del EI ha demostrado ser ineficaz”, advirtió.