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Joël Dicker supo que iba a escribir El caso de Alaska Sanders desde el principio de su carrera, solo que no quería que los medios y la industria tomaran la continuación de su famosa La verdad sobre el caso Harry Quebert (2013) como una respuesta obvia al éxito. “Me imaginé que Harry Quebert sería una trilogía, que habría una continuación directa, pero no me esperaba el éxito que tendría. (...) No quise escribir el siguiente libro inmediatamente después, porque pensarían que me estaba aprovechando, y realmente quería escribirla. Esperé algunos años, y escribí el tercer tomo cronológicamente, que es El Libro de los Baltimore (2016)”, contó el escritor en una rueda de prensa internacional para el lanzamiento de su más reciente novela.
Aunque se trata de una trilogía, advierte que los tres funcionan de manera independiente, tanto así que publicó la tercera parte antes de la segunda, sin que el lector sintiera que había información que ignoraba.
Dicker se guardó la historia durante años, sabía lo que iba a narrar a grosso modo, pero prefirió otros rumbos y sacar cinco novelas antes de la que debía ser su segunda publicación. Cada una más exitosa en ventas que la otra. El caso de Alaska Sanders, al igual que sus antecesoras, es el asesinato de una mujer, por lo que los periodistas le preguntaron si se planteaba tener mujeres en los roles de investigadoras y menos en el de víctimas.
“Todos los días, en Europa y en América Latina, cada minuto hay una mujer que es asesinada por un hombre, sencillamente por ser mujer. Creo que no es en absoluto anecdótico elegir mujeres como víctimas, refleja, tristemente, la realidad, así es el mundo en el que vivimos. Es importante que la novela haga eco en los lectores”. Por eso no se plantea dejar pronto esta fijación, pero sí quiere enriquecer cada vez más sus personajes femeninos en otros roles, aunque le cueste un poco más por su género.
Para Dicker, la ventaja de la novela negra es que es un género donde todo cabe. Se trata de un crimen, pero ese escenario permite desde la ciencia ficción hasta el romance. En su caso, desarrolla historias de amistad y trabaja su personaje Marcos Goldman, que se ha vuelto uno de los favoritos de los lectores, que se preguntan si tras la trilogía volverá a figurar. “No lo sé. Quizá nunca vuelva, quizá sí, es difícil saber. La verdad es que no lo sé, si tuviera intención de escribir otro libro de Marcos Goldman lo diría tranquilamente, pero no lo sé y no quiero hacer promesas en ningún sentido, porque iría en contra de mi libertad como escritor. Quería escribir una trilogía, ya está hecha, el proyecto ya está acabado. Ahora bien, si un día voy a querer añadir un libro a la trilogía, en un año, dos, cinco, veinte, no lo sé, ya veremos”.
El mundo audiovisual
Por momentos, el auge de la producción de contenidos audiovisuales suele parecer una competencia directa para la literatura, pero en realidad se alimentan mutuamente.
Por un lado, es común que las mejores series y películas sean producto de adaptaciones, incluso La verdad sobre el caso Harry Quebert se convirtió en una miniserie de Apple TV protagonizada por Patrick Dempsey. Y por otro, es inevitable que estos productos sean inspiración para los escritores. “La inspiración es un misterio, funciona con distintos elementos: la experiencia vital, los gustos, la gente, las historias, las sensaciones, la curiosidad personal; además, todo el bagaje cultural que tenemos, lo que hemos visto, leído, pinturas, cuadros, obras de teatro, películas. Todo lo que hemos visto, nos guste o no, lo hemos estado asimilando, por tanto, todo ayuda e impulsa la inspiración, es como mezclar colores”.
Además, para Dicker se han convertido en una alternativa para conversar. “Las series de televisión han tenido tanto éxito, porque han logrado aglutinar a gente que no tiene vínculos en común, que no se conoce, pero que gracias a una serie encuentra un tema de conversación. Si a uno lo invitan a una cena y uno no quiere hablar de política ni del coronavirus, porque no quiere entrar en temas peliagudos, pues menciona una serie y empieza a haber una conversación entre los que se la vieron, los que no, a los que les gustó, a los que no, y ahí encontramos un temaque no es problemático, el que estamos seguros y donde podemos hablar sobre nosotros. Cuando decimos si nos ha gustado o no una serie, estamos hablando de nosotros mismos, algo que nos cuesta mucho hacer en el mundo actual”.
Aunque advierte que el mismo fenómeno se puede lograr con los libros, solo que muchas veces estos terminan encasillados como alta cultura o se censuran en las tertulias. Es decir, cuando alguien habla de un libro no quiere discutir la novela de romance que en realidad disfrutó, sino que prefiere parecer más inteligente mencionando una obra más elaborada, que probablemente no disfrutó tanto y termine matando la conversación.
La fama no le molesta del todo, aunque sí le parece extraña. “Una de las cosas que más me impresionó de cuando la gente empezó a conocerme es que de repente te llaman, te das la vuelta esperando a alguien que conoces, pero te encuentras con alguien que no conoces; tienes un momento de confusión, tratas de establecer algún vínculo. Cuando uno es conocido esto ocurre y es una sensación muy extraña, después de un tiempo te puede llegar a ocurrir el efecto contrario, la gente me sonríe y es amable conmigo, porque me conocen o porque conocen y les gusta mi trabajo como escritor”, dijo. La ventaja con respecto a otro tipo de famosos, como los actores, es que lo que es reconocido de un escritor es su obra y no su persona, así que los seguidores no suelen ser tan apasionados, pero no deja de ser extraño. Esta sensación la describe Marcos Goldman en el nuevo libro, reflexionando sobre su situación, un momento extraño donde escritor y personaje se sienten uno.
Para Dicker, el futuro es incierto. No sabe si continuará su personaje más querido, tampoco tiene muy clara su próxima novela, aunque las ideas le fluyen a cada rato (la misteriosa inspiración trabaja en él de manera constante), tampoco sabe si vendrán nuevos proyectos audiovisuales basados en sus obras. Lo que sí le gustaría es volver a viajar, reencontrarse con sus amigos lectores, volver a hablar cara a cara y escuchar lo que sus libros han hecho en los demás. La magia de la lectura es lo que le asombra y disfruta.
Una de las cosas que más disfruta el autor, y de lo que se ha tenido que privar hasta el momento, es el encuentro con sus lectores, la creación de comunidad a través de sus libros que, por supuesto son best sellers, pero por ello no han dejado de ganar reconocimientos literarios, un caso raro en el mundo editorial, como lo ha sido todo él. Cuenta que cuando se publicó su primer libro, “La verdad sobre el caso Harry Quebert” en Francia, que en realidad es el segundo que escribió, los libreros se enamoraron de la historia y empezaron a promoverla, el voz a voz fue lo que le dio la celebridad, porque en realidad fue una editorial pequeña la que terminó apostando por la novela. Fue la conversación alrededor de los libros populares, no las grandes tertulias literarias, las que terminaron por posicionarlo.
Periodista cultural del área de Tendencias de EL COLOMBIANO.