Literatura

Laura Restrepo escribe del mal

La escritora lanzó en la Feria del Libro de Bogotá su más reciente trabajo, Pecado. Relatos que son cuadros.

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Es periodista porque le gusta la cultura y escribir. A veces intenta con la ficción, y con los poemas, y es Camila Avril. Editora de la revista Generación. Estudió Hermenéutica Literaria.

27 de abril de 2016

El pecado de Laura Restrepo está en las 347 páginas que tiene su libro más reciente: relatos individuales que se conectan por el mal, como si fueran sacados del cuadro que los inspira, El jardín de las delicias.

Pecado es una novela, según la escritora, aunque las historias puedan leerse independientes. El mal es el personaje principal, que une, que guía. Lo demás son pequeños cuadros que podrían acomodarse en la pintura del Bosco. La estructura es un experimento, con las imágenes que dan las letras. Así que puede acomodarse en otro género, si se quiere.

–Nos vienen desde hace siglos –empieza Laura, sin pregunta– con la historia de que el pecado, de que la falla está en el deseo. Quería una historia donde aparentemente todo va hacia el deseo, pero desde el principio te están contando una cosa más atroz, que es el desconocimiento de la tragedia que están viviendo. Un poco la intención era jugar con el lector, hacer que se fije en esto, pero por detrás mostrar que el mal está en otro lado. El timonazo está al final.

–¿Por qué?

–Porque me parece que es lo que históricamente ha pasado. Si todo el tiempo nos han dicho que era el sexo, ¿dónde estaba en realidad el mal? Ya llevábamos varias generaciones en las que el sexo se despenaliza y es muy difícil mirarlo como pecaminoso. ¿Dónde quedó el mal entonces? No sabemos. Tantos siglos diciéndonos que ahí estaba el problema...

–¿Entonces es una novela?

–Puede ser. Tiene un personaje común que es el mal, pero la idea es que el protagonista fuera más una idea que un personaje y que los relatos fueran sueltos, pero tuvieran ciertos hilos conductores muy fuertes.

–Y hay un juego con la estructura. Está experimentando...

–Ya llevo muchos años escribiendo y muchas novelas publicadas y llega un momento en que uno dice “voy a escribir lo que me dé la gana, qué problema tengo yo, ya la editorial sabe que conmigo no va hacer fortuna”. Quería, primero, experimentar con los géneros. ¿Por qué no vas a poder seducir al lector con otros géneros? Todo el mundo te dice que tiene que ser una novela y puede ser una mezcla de ensayo. Creo que el libro tiene mucho de ensayo, finalmente si lo lees buscando una especie de desarrollo de la idea del mal, lo encuentras ahí. También periodismo, porque hay periodismo real y de mentiras. Hay muchas cosas de ficción que están contadas a través del reportaje, falsos reportajes, digamos. Hay otros capítulos que están basados en otros que sí hice en algún momento. Así que periodismo, literatura, porque quería que fuera una cosa que tuviera una elaboración literaria cuidadosa. Con la estructura quería innovar un poco. O no innovar, más bien copiar lo que están haciendo en la televisión. Me parece que mientras la literatura se ha quedado mucho más amarrada a las estructuras tradicionales, hay ciertas series de televisión que van volando y el público lo agarra inmediatamente. Una cosa como Black mirror, que tiene estos temas recurrentes, pero cada capítulo es una historia, o ciertas películas como Relatos salvajes o Amores perros. Es un tema y cada parte lo desarrolla con una vuelta de tuerca. Me parecía que eso da una estructura más libre que me interesaba más que el mamotreto.

–¿Cuándo llegaron esas ganas de escribir del mal?

–Yo quería escribir sobre el mal porque me parece que a pesar de que los distintos capítulos no tienen una ubicación precisa, en general están conectados como si pudieran suceder en cualquier lugar, salvo uno que otro. De alguna manera lo siento como un libro salido de una inquietud colombiana. Siento que aquí, con esta necesidad de salir de la guerra, hace mucho estamos tratando de ver quiénes son los buenos y quiénes los malos, quiénes están de ese lado del mal y quienes de este lado del bien. También nacía de la necesidad de ir más allá, qué pasa si no nos dividimos entre tú bueno y yo malo, si empezamos a mirarnos en el marco más general y ver la relación del ser humano con el mal. La idea era cómo tenemos que lidiar con algo que de todas maneras está ahí todos los días, el mal, y para el que no tenemos herramientas. No hay criterios. Al desplome de una ética religiosa no se corresponde la formación de una ética civil que nos diga cómo debemos actuar. Ya hasta la propia palabra pecado es anacrónica. Para el libro como lectura en Colombia tenía la idea de no ir a ese malo, bueno, sino preguntar qué entendemos por el mal. En qué consiste hacer mal a otro. Cómo cada quién elabora en su conciencia sus propios criterios para poderse mover con ellos. No hay criterios comunes, como quizá los había en algún momento. No hay quién diga mal o bien, sino que cada uno tiene que armarse su propia construcción ética. La idea era que el autor no diera su criterio. Era un poco mostrar las muchas caras que puede tener la ética. .