Histórico

A Molina López

23 de diciembre de 2011

Varias veces conversado Ricardo, en la cafetería de derecho y en el bulevar de la UPB, usted, muy elegante (como abogado que se respete), y yo, con pinta de underground, muy propicio a cualquier incertidumbre. Pero no se trata de hablar de contrastes sino del libro que usted ha coordinado (y del que también es coautor): Lecciones de derecho penal, procedimiento penal y política criminal , publicado en coedición por la Universidad Pontificia Bolivariana y la Biblioteca Jurídica Diké. Uno de esos libros imprescindibles porque ya las sociedades no se miden (como debiera seguir siendo) por el grado de desarrollo sino por los índices de ilegalidad, corrupción, criminalidad y, como dice Gilles Deleuze, esquizofrenia colectiva. De aquí la importancia de este texto que contiene 14 miradas sobre la confusión y miedo en que vivimos. Recuerdo un artículo de Daniel Defoe, el autor de Moll Flanders y los diversos viajes de Gulliver, en el que este escritor inglés habla de la caída de las sociedades a partir de lo ilegal, que es la cría de las desconfianzas.

Desde Moshé Rabenu (y desde Hamurabi), la ley (sea a través de mandamientos o de normas) ha sido no solo el control sino el fundamento de la humanidad, en tanto que los hombres son los únicos animales que reconocen la culpa y por ello la regulan. Pero, ¿qué pasa cuando las leyes pierden su norte humanitario y de alteridad (de buen comportamiento en comunidad) y dan entrada a intereses propios y a egoísmos brutales? Ya se ha dicho que la ley no vuelve bueno a nadie, pero sí previene para no cometer errores. Y es la presencia de la ley y su cumplimiento la que permite la creación de unas instrucciones para vivir con sentido, como se lee y estudia en la Torá y en cualquier código. Es parar para no caer.

El derecho, desde Cicerón, es la base de cualquier ética civil (de gente civilizada), querido Ricardo Molina López. Y en esta ética que propone los mejores comportamientos, la ley es el referente que dice dónde se falla y cuánto dolor produce. Porque la existencia de la culpa, precisamente, es la que nos ha permitido construir la justicia, que es la que regula el hecho en lugar de perdonarlo. No le corresponde a D's perdonar nada. Es la justicia (la racionalidad de los hombres y mujeres) la que establece el valor o el error en lo hecho en sociedad. Y en esta diferenciación (saber del mal y el bien) es que nos hacemos razonables, más cercanos o alejados de la condición animal. De aquí que el libro que usted ha coordinado tenga tanto valor, porque al explicar la función de la ley busca crear dignidad.

Ricardo Molina López, abogado de la Universidad Pontificia Bolivariana y Doctor en Derecho Penal de la Universidad de Sevilla (España). Es profesor en la UPB de Derecho Penal y Procesal Penal. Buen lector, buscador de joyas literarias en las librerías de libros raros y amante de las buenas ediciones. Un hombre digno y sin complejo de ser burgués.