Histórico

Así fue celebración campeona en el camerino

Contamos los detalles de los momentos íntimos del festejo de los integrantes de la institución verde campeona.

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18 de julio de 2013

Echarse la bendición y abandonar el campo de juego sin dialogar con los medios era el preludio de una celebración muy especial para el técnico Juan Carlos Osorio tras finalizar los actos de premiación de la Liga Postobón-I.

Allí lo esperaba su familia para brindar por su logro y él aguardó por sus jugadores para prolongar ese momento especial.

Nacional tuvo la gentileza con algunos medios de hacerlos partícipes de esa intimidad. El camerino era como una gran casa de familia, los jugadores compartían con sus esposas e hijos. Algunos tenían a sus padres cerca y otros los llamaban por teléfono para compartir su alegría.

Cantos iban y venían: "palo, palo, palo, palo bonito palo e, eee, somos campeones otra vez". " Y ya lo ves, y ya lo ves, somos campeones otra vez". Se repetían constantemente en aquel recinto.

Hubo un jugador que llamaba la atención en particular. Era Luis Fernando Mosquera. Sus compañeros lo buscaban para abrazarlo. Y es que él ha sido criticado por los medios y la hinchada. Su tanto fue una manera de resarcirse. Pero no solo eso, tenía otra actitud, menos desafiante que en otras oportunidades. Estaba con la mirada tímida y abierto a conversar, mientras firmaba autógrafos.

Sonreía y pensaba en su futuro: "no se si voy a seguir o no con el equipo, pero estoy muy contento por poder aportar en el título. Disfruto este momento". Es un hombre de pocas palabras, pero la energía de ese camerino, permitió un semblante distinto en él.

Mientras tanto Juan David Valencia, con unos guantes plásticos para comer, disfrutaba de un suculento pollo con otros integrantes del equipo. Y es que sin comida no había celebración.

En otro sector, el presidente Juan Carlos de la Cuesta, que había mirado de lejos la copa y todavía no se animaba a tocarla como con miedo a dañarla, por fin puso sus manos en el botín. Al sentirla, saltó de alegría, de inmediato se le unió el profesor Osorio y los jugadores hicieron lo mismo.

Costaba no contagiarse de ese fervor. El técnico decidió alejarse de nuevo con sus seres queridos a un pequeño cuarto que se encontraba en el camerino. Ese era su santuario, los medios no penetraban esa barrera, pero esperaban ansiosos a que diera sus primeras declaraciones.

No lo iba a hacer sin antes organizarse. Con la celebración la camisa quedó por fuera y su corbata no estaba en su punto. Uno a uno, los jugadores salían escoltados hacia el bus, rodeados de hinchas que querían despedirse de sus ídolos. Osorio por fin habló con los periodistas, pero lo que más me quedó sonando fue la siguiente frase: "mi hijo había dicho que tenía un pacto con Dios y había que cumplirlo".