Histórico

Educación, más que una tarea

La educación debe ser en Colombia una política de Estado; que no sea un gobierno, sino varios sucesivos los que trabajen en acciones de largo plazo, con metas concretas de cobertura y calidad.

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03 de mayo de 2014

Los aspirantes a la Presidencia de la República y sus "vices", al hablar de la educación, la ciencia y la innovación, tienen cada uno un foco diferente, pese a que la problemática que enfrenta el país en este campo está sobrediagnosticada, para hacer una reforma integral y a fondo.

De este asunto nos ocupamos en este editorial y en domingos sucesivos hablaremos de las claves para hacer las otras reformas que el país necesita, con la esperanza de que sean tenidas en cuenta en las agendas de quienes hoy aspiran a la Presidencia de la República.

Desafortunadamente, en materia educativa, los programas presidenciales nunca han rebasado el tiempo de un mandato, de manera que en una línea de tiempo aparecen como acciones descoordinadas.

La falta de objetivos claros, excepto en el tema de la cobertura, para cumplir exigencias internacionales en cuanto al libre acceso a la educación, ha sido la constante. Pero en calidad existen deficiencias desde la primera infancia, como base del proceso formativo; con graves vacíos en la básica y media como preparación para el ingreso a la Universidad y, luego allí, falta pertinencia en cuanto a la educación técnica, tecnológica y profesional para preparar el capital humano que el país realmente necesita para mejorar su competitividad.

De ahí que una de las claves para hacer una transformación radical de la educación tenga que ver con la decisión de convertir la educación en una política de Estado. Con una gran fortaleza institucional y creación de un ecosistema para la innovación educativa, de manera que no uno sino sucesivos gobiernos trabajen en programas y acciones de largo plazo, por lo menos a 20 años. Con metas concretas para cada año en materia de cobertura, calidad y disponibilidad del personal docente calificado.

Más que hacer la tarea en cada administración, el tema es de voluntad política de los poderes Ejecutivo y Legislativo para convertir la educación en prioridad, lo que obviamente pasa por los recursos que le destina cada gobierno.

Aumentar la financiación de la educación es, pues, otro asunto clave, pues Colombia apenas asigna el 4,5 por ciento del PIB para la educación, la ciencia y la innovación, una cifra inferior a países de similar desarrollo. Para la educación pública universitaria los aportes resultan siempre insuficientes. Y eso que la Ley 30 sobre el servicio público de la Educación Superior, expedida hace 18 años, incluso es más "generosa" que el proyecto de reforma presentado por el Gobierno, con exigencias mucho mayores en materia de cupos, investigación, innovación y calidad.

No es posible supeditar la ciencia, la investigación y la innovación para el desarrollo a las regalías, que aunque estén mejor repartidas que antes, su utilización sigue siendo ineficiente. Es preciso articular un sistema en torno a Colciencias, que le devuelva sus funciones para que deje de ser una mera entidad aprobadora de proyectos.

Y otra clave bien importante es el maestro. La dignificación de la profesión del educador y la búsqueda de la excelencia tiene que rebasar la actividad reivindicativa salarial, para centrarse en la selección, preparación y evaluación, que permita contar con los mejores profesionales como ocurre en varios países con modelos exitosos.

Estudios rigurosos y propuestas de entidades que trabajan por la educación le apuntan a la construcción de una agenda urgente para la educación que haga posible dar el salto cualitativo que necesita el país.

Y entre esas exigencias están la de que el Estado provea la infraestructura adecuada y estimule al sector privado a hacer lo mismo; ampliar jornadas y reestructurar currículos escolares; flexibilizar el aprendizaje e incorporar las nuevas tecnologías para la producción y uso de contenidos educativos.

Esto hace necesario un aparato institucional fuerte y bien articulado que ejerza control, pero fomente la autonomía y la réplica de experiencias pedagógicas exitosas.

En un país obligado a ser más competitivo para crecer, la educación tiene que convertirse en algo más que una tarea gubernamental para ser un compromiso de Estado que interpele a la sociedad, e integre a la familia, la empresa privada, organizaciones sociales, Iglesia y medios de comunicación
Contraposición

EL TEMA DE LA EDUCACIÓN SE RESUME EN EFICIENCIA

Por FRANCISCO CAJIAO
Asesor nacional e internacional, investigador, escritor y columnista en educación.


En este momento hay dos elementos que son centrales, el primero y más importante de todos es el tema de la paz. No puede haber una sociedad en paz con una sociedad que no esté educada.


Y con decir más educada no me refiero ni a más grados escolares, ni más cupos universitarios, sino un concepto de civilización, de lo que hace todo el aparato educativo y lo que hace toda la sociedad, incluyendo los medios de comunicación social, esté orientado a que la gente aprenda a convivir en paz y se deslegitime la agresión entre los ciudadanos.


Usted puede ver hoy en día en la campaña presidencial la tremenda invitación a la violencia, con ciertos modelos de campaña política basados en la agresión. En distintas modalidades. Junto con la paz, lo segundo es el tema del desarrollo que implica que haya gente más capaz de vincularse productivamente al mercado del trabajo. Hoy en día es muy difícil para los empresarios encontrar gente capacitada para ocupar las plazas laborales que hay, porque la educación no está dando resultados.


Esto tiene una palabra, que si la quiere poner como el resumen de todo, y es: eficiencia. La educación se tiene que concentrar en ser eficaz y que todo los recursos que se inviertan produzcan resultados de mejoramiento de la población.