Histórico

Paraíso llamado Ayapel

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27 de junio de 2008

Son dos mundos distintos, a un par de metros de distancia. En un lado, sobre la árida tierra café, el calor casi insoportable, de ese que se pega a la ropa y se funde con la espalda; al otro, sobre la ciénaga, el refresco del agua hace de Ayapel una parte del paraíso terrenal. De este lugar saldrá la segunda Travesía Ayapel-Mompós de motonáutica.

Por delante, sobre un tapete de agua al que se le llamó Río San Jorge, 584 kilómetros esperan a los navegantes de la ciénaga y los ríos San Jorge y Magdalena. Allí, con la mirada puesta sobre las aguas estancadas, Martín David Arrieta habla, con ese sonsonete costeño, de los yuyos. "Sí los yuyos, los que meten la cabeza en el agua. ¿Cómo es que le dicen?... Los patos. Vaya para allá y se encontrará con un montón de ellos", dice David, de vacaciones de colegio, y quien poco sabe de botes, pero sí mucho de Ayapel. "Esto es un paraíso".

Y con esa misma idea llegaron más de 300 personas a participar en esta travesía, que dejó de ser una maratón competitiva para tomar otro aire, ahora bien familiar. "Más allá de un evento deportivo es un acto recreativo y turístico. No buscamos una meta, estamos por dos cosas: para encontrar nuevas formas de navegación en lugares poco habituales; y por demostrar que los ríos y ciénagas de Colombia son seguros para estar en botes", comenta Héctor Vélez, presidente de la Federación.

Desde el camino
Que a uno se le dañó el trailer, que el otro se varó en Tarazá, que uno más no pudo pasar por la creciente del río. Todos símbolos de que la travesía comenzó antes de enviar los botes al agua.

Y es que con solo llegar a Ayapel ya se hizo gran parte de ella. Para el de a pie, sin bote en la parte de atrás de su auto, el camino es difícil.

Luego de Caucasia, y tras pasar La Apartada, el viajero se encuentra con una laguna imposible para superar en carros chicos o motos. ¿La solución? Carro-mula, nombre sofisticado para la tradicional zorra tirada por caballos. Sesenta metros de inundación y luego una moto hasta la otra laguna, esta de casi cien metros y con cerca de 12o centímetros de altura. ¿Qué hacer?... Canoa, nada más.

Hoy, bien temprano y cuando las riberas del San Jorge ya hayan perdido su línea y atraviesen sembrados y caminos, el río ya estará lleno. Las 48 embarcaciones empezarán el recorrido que los llevará, al final de la tarde, si el clima, el cauce y el tiempo lo permiten, a Mompós.

La ciénaga, esa que crea otro mundo, hoy no estará llena de los yuyos que dice Martín David. Serán "patos" de metal, gigantes, poderosos que rugen y que pretenden partir el río para hacer una travesía. Una travesía que parece de otro mundo, lejos del calor de la tierra café.