Histórico

¿Por qué Íngrid no debe ser presidenta?

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20 de julio de 2008

Cuando la Premio Nobel de Paz, Rigoberta Menchú, decidió aprovechar el capital de popularidad y trabajo social para aspirar a la presidencia de Guatemala el año pasado, ningún analista pensaba en la posibilidad de que la líder indígena ganara la contienda, sin embargo tampoco esperaron que quedara de séptima como en efecto ocurrió, con el 3,09 por ciento de los votos. El margen de acción con el que quedó Menchú después de ese descalabro fue tan limitado que luego de haberse convertido en uno de los íconos más respetados a nivel internacional, hoy mantiene conflictos con su propio pueblo indígena.

En nuestro país podríamos estar ante una situación similar. Ningún colombiano ha despertado tanta solidaridad en todos los niveles como Íngrid Betancourt; recientemente el Presidente francés la condecoró con la máxima distinción que otorga ese país a un civil y el Presidente del Gobierno de España dijo por todos los medios de comunicación que Íngrid "ocupa ya un sitio en el corazón de España". Buena noticia para el conflicto colombiano que los ojos del mundo sigan atentos a las soluciones y que hay una interlocutora que genera confianza no sólo para el secuestro en nuestro país, sino a nivel internacional.

La próxima contienda presidencial será entre uribistas y anti uribistas y en ninguno de los dos grupos parece encajar la recién rescatada. Sin duda el tono crítico de su discurso irá subiendo a medida que pasen los días, y el 59 por ciento de los colombianos que se declaran uribistas (según encuesta de Napoleón Franco) la castigarán cuando tenga que hacer alguna crítica al actual gobierno. Es decir, su alta popularidad de hoy caerá como espuma cuando deje de ponderar su rescate y se vaya en contra de Voltaire que decía "Si le debiera un favor al diablo, hablaría bien de sus cuernos".

Los muchos o pocos votos que saque Íngrid en mayo de 2010 la marcarán de por vida y a su nombre se le colgará el número de sufragios obtenidos, que medirán la confianza de los colombianos hacia ella. Su actividad humanitaria internacional y la posibilidad de llegar a cualquier foro con el aura de ícono que hoy tiene se esfumarán cuando la presenten no como la heroína de hoy, sino como la ex candidata perdedora.

Personas como Rigoberta o Íngrid no se deberían dejar seducir por el cruel conteo de los votos, su labor está más allá de ellos y su paso a la historia puede peligrar si se hace contar.