UNA HISTORIA DE BANDIDOS
La de Colombia es una historia plagada de bandidos, de personajes escurridizos siempre empeñados en burlar la legalidad y la justicia y, también, en enfrentar y desmoronar el Estado. Es una pléyade, una corte variopinta del crimen que se reinventa por décadas y que no se ha agotado en las figuras del cuatrero y del gánster. Nos sobran y nos rondan los bandidos, de filo a filo, de esquina a esquina, de la bolsa al capitolio.
Ellos parecen no agotarse en la invención de recursivas y a veces inverosímiles modalidades delictivas, desde las más violentas hasta las más sutiles. Eso sí, de una eficacia tal que impacta sin falta la realidad diaria del país y que muchas veces ha tramado los hilos de nuestra historia.
Esta es una tierra que se advierte fértil para procrear bandoleros locatos, estafadores refinados, extorsionistas amenazantes, narcos insaciables, sicarios implacables, expropiadores descarados, políticos corruptos, guerrilleros degenerados y paramilitares brutales.
En torno a ellos se ha desprendido una copiosa creación artística, de ficción y de no ficción, que pasa por la literatura, la pintura, la novela televisiva, el cine e incluso el periodismo en sus diferentes géneros y formatos.
Aunque esas presencias nos indignan, nos resultan tan chocantes, es igualmente cierto que retratan parte de lo que somos como sociedad y como país. Por eso molestan, incomodan, porque también cargan algo de la sustancia de un orden entreverado con el crimen y los criminales.
Escribía hace ya más de un siglo el periodista y poeta cubano José Martí: "Para conocer a un pueblo se le ha de estudiar en todos sus aspectos y expresiones: ¡en sus elementos, en sus tendencias, en sus apóstoles, en sus poetas y en sus bandidos…". Se decía de Martí que su visión se abría "a la vida entera de un pueblo, a lo que hace y lo que piensa, a lo que tiene y lo que quiere".
Y el nuestro, Colombia, ha sido un pueblo muy tentado a querer enriquecerse rápido, sin agotar las escalas del trabajo y la superación pacientes. Una nación además cruzada por los odios y la sed de venganza entre quienes son huérfanos de todo patrimonio y reconocimiento y aquellos que han ostentado poder y bienes sin el cálculo de la ambición, la avaricia y la humillación. Ahhh caldo este para cultivar bandidos. De abajo a arriba, y desde la cúspide de la pirámide social hasta sus zócalos ennegrecidos.
Al bandido se le define como un fugitivo de la justicia al que se le llama por bando, por edicto, para que se presente. Es también aquel que roba en campos y despoblados o el que es perverso, engañador y estafador. ¿Algún parecido con lo que vemos, desde las Farc y las bacrim hasta Interbolsa y los carteles de la contratación?
Tenemos un país de sangre negras y sangre azules acostumbrados a los vicios de la violencia y del delito. Unos ejecutan a sus víctimas de un tiro, otros con la sorpresa del bono fraudulento. Por eso saltan a diario en la conversa popular, en el titular del diario, en el pasillo y la audiencia judicial. Desalienta su omnipresencia, ese fantasma tan cotidiano.