De rodillas
Esta semana tuvo gran protagonismo el tremendo oso de la placa develada por sus altezas reales el Príncipe de Gales y su esposa la Duquesa de Cornualles, en memoria al valor y sufrimiento de todos los que murieron en combate intentando tomar la ciudad y el Fuerte de San Felipe, bajo el mando del almirante Edward Vernon en Cartagena de Indias en 1741.
Fue un hecho vergonzoso, que ilustra la falta de pericia de algunos altos funcionarios, como el alcalde de Cartagena, Dionisio Vélez Trujillo. Vélez desconoció la historia de nuestro país al aprobar la construcción de la placa, que costó varios millones de pesos y que, desde luego, salieron del erario público.
Cito, con horror, parte del texto grabado en ella: “En memoria al valor y sufrimiento de todos los que murieron en combate intentando tomar la ciudad y el Fuerte de San Felipe”. Ese “valor y sufrimiento”, es en verdad una descarada invasión que 29 mil soldados ingleses intentaron efectuar sobre Cartagena en 1741, con 186 barcos que fueron derrotados por 3.600 cartageneros. Algo similar pasaría si Barack Obama, presidente de los EE.UU, fuera a Vietnam y lo homenajearan en representación de todos los gringos que cayeron en combate con los vietnamitas.
Lo de Cartagena es una evidente ‘lagartería’ que hirió la dignidad y la estima patrióticas. Este humillante episodio, sin embargo, nos sirvió para recordar esa parte de nuestra historia. Y gracias sea, porque después de todo, nadie entendió a qué era que venía el Príncipe. ¿Sería protocolo con cara a una cooperación internacional o será la fatigante correría monárquica, para que funcionarios lambones como el alcalde Vélez hagan semejantes osos? En fin, tal vez su interés sea tomarse fotos para su ‘vanidoteca’ familiar. Pero por hacer bonito hizo feo, e hirió la dignidad de los colombianos; muchos de ellos llenaron las redes sociales con protestas y silbatinas.
El cantinflesco acto nos demuestra lo lejos que estamos de conocer nuestra historia. Los ingleses y su piratería invadieron ciudades como Cartagena, cuyo epíteto de Heroica lo obtuvo, precisamente, por contener los intentos de ese tipo de invasiones.
John Hawkins, en 1568, fue el primer pirata inglés en atacar Cartagena. Pretendió tomársela pero la estrategia de los combatientes cartageneros bloqueó sus ataques. Para ello cambiaron de sitio los cañones haciendo creer que poseían una artillería suficiente para defenderse.
Y no se olvide que justamente la reina Isabel I, en recompensa por sus servicios a la corona inglesa, nombró caballero al pirata Francis Drake. Sir Drake se tomó Cartagena y hubo que darle una multimillonaria suma de oro para que no destruyera la ciudad. Tomó joyas y no contento se robó las campanas de la iglesia. Buena parte de lo saqueado fue tributo a la reina Isabel, razón por la cual logró obtener el título de noble. Ese noble Drake, quemó doscientas casas para intimidar al gobernador de entonces, a fin de obligarlo a negociar.
Pero el príncipe Carlos de Inglaterra ni siquiera se ruborizó con la placa. Risa le debe haber dado. Pero aun así, tantos siglos después, los valientes cartageneros ganaron de nuevo: sin disparar una bala de cañón, hicieron que cayeran de rodillas las autoridades de Cartagena, con su alcalde a la cabeza. La placa no existe, y Cartagena, es honrosamente nuestra.