Las entrañas de las Farc no son como las pintan
Son llamativos titulares: “Así se vive en las Farc”. Los hemos visto con frecuencia en periódicos y programas de televisión, que son promocionados como heroicas prácticas de periodismo de inmersión. Periodistas y fotógrafos parecen cada vez más embelesados —casi hasta saturarnos—, con la idea de explorar las entrañas de las Farc y cómo sus combatientes se están preparando para la paz.
“Aquí no hay superiores sino camaradas”. “Los libros que pasan entre las manos de los jóvenes guerrilleros, son discursos de Fidel o biografías del Che Guevara”. Frases de ese tipo se leen en los cubrimientos periodísticos. Y las declaraciones las pintan con imágenes de guerrilleros que comen bien, impecablemente vestidos y que habitan cómodos ranchos de madera.
Cuando leo o veo estos reportajes, me asaltan los recuerdos del secuestro, que durante casi nueve años me tuvo al interior de las Farc. Conviví con ellos, con sus hábitos, comí su comida y traté de adaptarme a su día a día. Escuché sus historias y cuando me fugué visité a mis carceleros, algunos desmovilizados y otros en la cárcel, para completar esos relatos trágicos, violentos y algunos heroicos. Pude contrastar y construir una narración completa.
Ahora veo y leo esa cotidianidad de las Farc en los medios, y encuentro una extraña y dulce versión, muy distinta de la que yo vi y que también vieron y narraron otros secuestrados. ¡Que no hay superiores y todos son camaradas! Es esa una afirmación muy distante de la verdad. Allí hay un trato establecido para la guerrillada de base, pues la mejor comida y ciertos privilegios, son para los superiores.
Por ejemplo, cuando era reclutada una niña agraciada, lo primero que le recomendaban las antiguas guerrilleras era que se buscara como ‘socio’ (pareja) a un mando, así aseguraba ciertos privilegios. Los castigos, también, eran acciones temerarias y truculentas. Recuerdo la orden de un comandante para que un combatiente fusilara a su propia pareja o el fusilamiento de otra por el simple rumor de su interés en desertar. Basta conocer las andanzas criminales de El Paisa, quien sin ningún filtro ideológico pasó de ser un incondicional de Pablo Escobar al Estado mayor de las Farc.
En los reportajes también se ufanan con que la guerrillada tiene libros. De tenerlos sí, pero de leerlos quién sabe, pues la mayoría de combatientes de base no sabe leer ni escribir. Al parecer, con esa puesta en escena, las Farc recurren a la misma táctica de cuando nos grababan pruebas de supervivencia a los secuestrados: ese día estrenábamos ropa, nos afeitaban y nos daban la mejor comida. También así prepararon a los secuestrados que esa guerrilla liberó unilateralmente. Por eso conmigo se enfureció, porque me le fugue y el mundo vio realmente cómo vivíamos los secuestrados.
Los colombianos no nos podemos dejar convencer de esa versión parcializada, que incluso podría adoctrinar a cualquier joven. Debemos mantener una postura crítica constructiva, porque esos muchachos que van a salir de la selva necesita el apoyo del Estado, por eso, es un imperativo apoyar la paz para que se les dé otra oportunidad.