Columnistas

Los sabios y el elefante

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31 de enero de 2017

Por JIMMY JAVIER BEDOYA RAMÍREZ

Algo tan antiguo como la historia es el conflicto mismo. Los seres humanos siempre han buscado la forma de interactuar con los demás.

La violencia sin límites a la que llegamos los habitantes del planeta, hace a los hombres, pensar si realmente somos buenos o malos por naturaleza.

Es necesario añadir que existen formas de violencia como las que impiden que la gente satisfaga sus necesidades fundamentales: alimentación, vivienda, vestido; igualmente la ignominia, la amenaza, el destierro, la desaparición forzada o la tortura.

Existen tres clases de violencia, según Galtung: la directa, la que es visible y se concreta con comportamientos agresivos y actos de violencia. La estructural, -la peor de las tres-, hace referencia a situaciones de explotación, discriminación y marginación. Por último, la cultural, que se concreta en actitudes del poco racionamiento ante ciertos eventos (simbolismos, religión, lenguaje, arte, etc.).

Desde luego, el comportamiento familiar influye en el crecimiento de los niños: esta es la primera etapa de la violencia, la formación que nos da nuestra familia.

Al considerar los posibles efectos que la violencia puede tener sobre las víctimas, encontramos daños para su salud, física y psicológica. También podríamos incluir en esta categoría los casos de suicidio a raíz de la situación de violencia vivida.

Con la antigua fábula hindú “Los sabios y el elefante” entenderemos las causas de la incomprensión que lleva a la violencia, en donde seis ilustrados invidentes, querían identificar con su tacto un paquidermo y cada uno lo describía de una forma distinta; esto les generó una crisis profunda, porque los desacuerdos suelen surgir por diferencias en la percepción, sobre lo que debe ser o no ser; lo que nos lleva a tratar de comprender que todos tenemos razón sobre nuestra realidad. Pero que en el consenso de ideas disímiles encontraremos la imperiosa necesidad de evitar el conflicto que tan arraigadamente se encuentra en la naturaleza humana.