México como todos nosotros
Es frecuente que, enredados en las generalizaciones políticas, una mayoría de estadounidenses asuman a Latinoamérica como una mezcolanza de repúblicas bananeras muy similares todas a México. De su Río Grande (nuestro Río Bravo) para abajo todo como una misma tierra, herencia española, que lleva dos siglos en la lucha sangrienta y miserable contra su propia corrupción.
La descripción nos molesta a los latinoamericanos, por supuesto, que sentimos que en medio de los aires de superioridad del norte, se difuminan las cualidades y se banalizan los problemas de países que, aunque hermanados, son profundamente distintos los unos de los otros. Ni Argentina es Chile, ni Chile es Perú, ni Perú es Ecuador, ni Ecuador es Colombia. Que Colombia difiere mucho de Centroamérica y que Centroamérica no es México. Que México es uno solo, inmenso, imperial, con logros que nadie más ha tenido y dolores que nadie más sufre.
Pero aunque la queja por la diversidad permanece intacta resulta que, por las paradojas a las que nos tiene y nos tendrá acostumbrados Donald Trump, hoy sentimos que México sí nos representa a todos. Los insultos y desmadres y amenazas del próximo inquilino de la Casa Blanca nos llegan por igual a los latinoamericanos aunque sean los mexicanos, por supuesto, los que reciban las consecuencias inmediatas del populismo racista.
Aún sin empezar su mandato Trump tiene a la economía mexicana caminando por la cornisa. Las amenazas contra Ford, General Motors y Toyota para que dejen de fabricar carros en México y aumenten su producción en EE.UU. provocaron una crisis y dieron muestras de lo que será el futuro de las relaciones entre los dos vecinos.
El proteccionismo económico que promulga el republicano tiene sus primeros efectos en su vecino sur, pero continuará derramándose en el resto del continente con acuerdos desechos y aumento de aranceles a los productos extranjeros.
Puede que el grito de Latinoamérica unida no resuene como una arenga popular que pretenda detener los abusos de Washington. Puede que no veamos masivas marchas antiimperialistas (por ahora) en las capitales. Y sin embargo, es necesario asimilar que en cuestiones económicas deberíamos estar más atentos a lo que le pase a los mexicanos porque es muy posible que sus desgracias estén cerca de caer también sobre nosotros.