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La angustia y la incertidumbre eran el común denominador en los ojos de los habitantes de San Antonio de Prado ayer, un día después de que más de 274.000 metros cúbicos de tierra, piedras y troncos se desmoronaran sobre la quebrada Doña María y cobraran la vida de Nelvi Luz Gracia, de 40 años, y Yerson David Padilla Gracia, su hijo de 3 años.
Con la expresión cansada luego de pasar la noche en vela y mirando con atención el comportamiento de la corriente de agua, Soledad Betancur no salía del asombro.
Desde su casa ubicada en el sector Los Mellizos, en el costado norte del deslizamiento, presenció el represamiento de la quebrada, cuyo nivel alcanzó a subir varios metros y cubrió un pequeño cafetal sembrado por su familia en la ribera.
Señalando un profundo agrietamiento que aún alcanza a verse cerca al sitio del desastre, Betancur fue una de las vecinas que vio cómo una avanzada del cuerpo de bomberos llegó a hacer una inspección hace más de dos semanas, pero nunca más regresó.
Tal como quedó registrado en la minuta de visita que reposa en el sistema (ver facsímil), las grietas de más de dos metros no fueron suficientes para que la Alcaldía tomara acciones preventivas.
“Esto era una tragedia anunciada”, apuntó la mujer, sin entender por qué el pedido de ayuda fue ignorado por el Dagrd.
Además de Betancur, otros habitantes contaron que las dudas por la estabilidad del sitio venían de más tiempo atrás, tal como lo sostuvo Alfredo Hurtado, de 34 años, quien sin darse cuenta terminó salvándose del derrumbe.
“Nosotros tenemos un tanque de agua ubicado en la zona del derrumbe. Por la mañana amaneció taponado y fuimos a limpiarlo”, narró el hombre, explicando que hasta un par de horas antes del alud estuvo trabajando allí y, por cuestión de azar, decidió suspender su trabajo en horas de la tarde.
Señalando la parte superior de la montaña, Alfredo Hurtado cuenta que desde hace más de diez años allí había una laguna que comenzó a desaparecer y desde entonces desconfiaban de la integridad del terreno.
Luego de las grietas que aparecieron en la zona, el último aviso terminó siendo la avalancha del miércoles, cuyo volumen fue equivalente al de 7.611 volquetas y comprendió un área de 60,3 hectáreas, según el Área Metropolitana.
Sobre esas alertas ciudadanas, Oswaldo Ordóñez Carmona, geólogo y doctor en Geología, consideró que hubo una falta de rigor técnico por parte de los organismos de gestión del riesgo a la hora de evaluar la información entregada por la comunidad más de un mes atrás y de la que quedó constancia en el Concejo de Medellín y en las minutas que entregaron los bomberos.
Aunque según plantea el experto, preveer este tipo de eventos puede ser complejo, en zonas como San Antonio de Prado hay un largo historial geológico de movimientos en masa y diversos estudios que muestran que tiene un suelo arcilloso, susceptible a absorber el agua y por lo tanto propenso a los derrumbes.
“A esas cosas hay que correrles rápido, tomar acciones inmediatas. Faltó rigor técnico”, opinó el académico.
Las pérdidas que quedan
Además de la indignación por los llamados de atención que no se escucharon, entre los habitantes del sector Los Mellizos aún seguía fresco el duelo por el fallecimiento de la mujer de 40 años y su hijo.
“Ella llevaba básicamente como tres meses viviendo ahí, no sé si eran venezolanos o qué, porque tenían como el acento, pero claro, todos los días pasaban y los veíamos, los niños estudiaban en la institución, trabajaban en la granja, que tiene tres viviendas”, contó Soledad Betancur.
De acuerdo con el reporte más reciente de las autoridades, se emitió una solicitud de evacuación sobre 130 viviendas ubicadas en la zona con mayor riesgo de una creciente. Los puntos de mayor alerta eran el sector de Los Mesa, la finca La Piscina y el sector de Santa Rita.
Frente a los animales afectados por el siniestro, la Alcaldía informó que los Bomberos y el Ejército acompañaron la evacuación de 44.500 pollos que estaban ubicados en los galpones.
En este último lugar, ubicado en el costado sur del sitio del derrumbe, Luz Mery Oquendo Martínez fue una de las habitantes cobijadas por la orden de evacuación y tuvo que pasar la noche en la casa de una familiar, en Itagüí, a causa de la advertencia.
Según la mujer, la mayor demanda suya y de sus vecinos es que se garantice la seguridad de la zona, ya que la gran mayoría de las familias ni siquiera tuvieron tiempo de sacar sus enseres cuando se presentó la emergencia.
“La casa mía queda cerca a la orilla de la quebrada y ayer nos dijeron que esas casas quedaban deshabitadas, que no podíamos volver a ellas. Entonces estoy yendo para cambiar la chapa y poderla dejar cerrada, porque mientras uno corre otros aprovechan”, dijo Oquendo.
Según informó el Dagrd, durante las últimas horas se han seguido presentando algunos desprendimientos controlados, por lo que la alerta se mantiene sobre la quebrada Doña María.