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La importancia del diálogo entre políticos, técnicos y comunidades para el desarrollo de ciudad

Conversar para conocer la voluntad política, el conocimiento que ofrecen los técnicos y las vivencias de las comunidades.

  • El Parque Biblioteca Belén es un ejemplo de ciudad en el que convergen las ideas políticas, los conocimientos técnicos y las inquietudes e intereses de la comunidad. FOTO Edwin Bustamante
    El Parque Biblioteca Belén es un ejemplo de ciudad en el que convergen las ideas políticas, los conocimientos técnicos y las inquietudes e intereses de la comunidad. FOTO Edwin Bustamante
15 de abril de 2017
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Políticos, Técnicos y Comunidades. Una visión institucionalista del Urbanismo Social en Medellín, es el más reciente trabajo académico del profesor de Gobierno y Ciencias Políticas de la Universidad Eafit, Adolfo Eslava Gómez.

En el libro, el docente sostiene la importancia de las vivencias de las comunidades, de la necesidad de ir a los barrios, aprender de ellos y entender que ahí está la esencia para la construcción de ciudad.

EL COLOMBIANO conversó con Eslava Gómez, quien nos contó, entre otras visiones, el gran potencial que tiene la informalidad en una ciudad.

¿Qué tan complejo es llevar en una misma dirección a políticos, técnicos y comunidades para el desarrollo de una ciudad?

“¡Muy complejo! Y no únicamente para temas de infraestructura. Esto es algo que encierra todas las políticas públicas de la ciudad y la región. No se trata de presentar a un actor por encima de los otros, se trata de poner a conversar a los tres para entender las problemáticas, tomar decisiones y ejecutar las soluciones”.

Pero en los últimos 15 años, las principales obras de infraestructura de la ciudad se han socializado para identificar las problemáticas, desarrollar los diseños y realizar la ejecución...

“Sin duda han tenido la intención de ser socializadas. La clave está en no caer en una polarización más. El reto está en identificar qué hemos hecho mal y qué nos ha salido bien para así enfrentar mejor los retos de infraestructura en la ciudad. Hay que mantener esos debates colegiados para conocer la voluntad política, el conocimiento que ofrecen los técnicos y las vivencias de las comunidades con sus lógicas de convivencia. Al juntar todo esto, encontraremos la ruta del desarrollo para el mediano y largo plazo”.

¿La informalidad es una
ventaja o una desventaja?

“Aunque hay una delgada línea entre la informalidad y la ilegalidad, no podemos estigmatizarla, ya que en esta hay potencial; allí es donde la comunidad resuelve los dilemas colectivos, donde aparecen las soluciones. Por ejemplo, cuando las personas cabeza de hogar tienen que salir a buscar el sustento diario, pero no tienen con quién dejar a los niños y entre todos resuelven quién o dónde los dejan. El problema es que desde los políticos y los técnicos, la informalidad ocupa un lugar secundario, se subestima la capacidad que tienen las comunidades para construir soluciones en el territorio”.

¿Qué opina del
presupuesto participativo?

“El presupuesto participativo tiene, en buena parte, lo que tienen la mayoría de las políticas públicas: buenas intenciones. El presupuesto participativo contó con la voluntad política para implementarlo, pero luego se chocó con la realidad, con la especificidad, con las lógicas informales, la cual, como ya lo mencioné, no está exenta de ilegalidad que, en una ciudad como la nuestra, tiene la capacidad de imponer reglas a tal punto que llegan a ser más fuertes y hasta más eficaces que las normas; por ejemplo, lo que decía alias “Tom” en cierto sector de la ciudad, podía tener más peso que lo que digamos todos a través de nuestros concejales en un acuerdo municipal. Esa es la realidad. En resumen, las políticas públicas, así tengan argumentos y buenas intenciones, también pueden causar daño a nuestras comunidades”.

¿Medellín está aprovechando su capital social?

“La ciudad necesita sentarse a conversar lo que somos, lo que hemos hecho y lo que es deseable hacer en el mediano plazo. A diferencia del capital económico, el social se incrementa con su uso y se agota con su desperdicio. En Medellín, el capital social se suele desperdiciar, hecho que resulta incomprensible en nuestros contextos de escasez”.

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