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Bolombolo, que nació y creció a orillas de la carretera, sí que ha sabido de la bonanza, pero también de angustias y días difíciles. Desde su almacén, Carlos Vásquez ve pasar las tractomulas por la vía que durante décadas ha sido el paso obligado de viajeros, “la puerta del Suroeste”, como le llaman algunos.
Allí la carretera lo es todo: el sostén de pescadores y vendedores ambulantes, que ofrecen sus productos a turistas desprevenidos, el punto de encuentro de los vecinos, la promesa de crecimiento.
Ahora, como dice Carlos, hay especulaciones desde que comenzaron las obras de la vía de cuarta generación en la zona, el ambicioso proyecto de infraestructura nacional que le apuesta a reducir los tiempos de trayecto con autopistas más moderna, con 1.370 kilómetros de doble calzada en todo el país.
En Bolombolo tienen influencia directa varias de estas nuevas conexiones: Pacífico 1 y 2 e, incluso, la Autopista al Mar 1. Los megapuentes de Covipacífico, con pilas de hasta 45 metros sobre la quebrada La Sinifaná, pasan por encima del pueblo. Pero, más que los novedosos puentes y viaductos, en Bolombolo temen que la construcción de la futura doble calzada los convierta en una marca olvidada del mapa, un pueblo fantasma.
Esto porque el nuevo trazado de 32 kilómetros ya no cruzará por la centralidad que apenas puede verse en la distancia. La vía actual, sinónimo de bonanza para sus pobladores y paso obligado, quedará relegada bajo el auge de las Autopistas de la Prosperidad.
“A Bolombolo entran los turistas a comerse su tortica de pescado porque solo hay esta vía”, dice Gladys Bedoya, habitante del corregimiento hace más de 20 años, “pero ya con una autopista más amplia, por donde los conductores llegan más rápido, ¿quién va a querer entrar al pueblo?”.
El caso de Bolombolo se replica en otros municipios del Suroeste y en otras regiones antioqueñas, como el Nordeste y el Magdalena Medio. Y es que no son pocas las conexiones 4G con influencia en el departamento: las Autopistas al Mar 1 y 2, los Pacíficos 1, 2 y 3, el túnel del Toyo, la Autopista al Magdalena y la Conexión Norte. Juntas son alrededor de 1.180 kilómetros en obra.
En La Pintada, los habitantes ya comienzan a sentir escozor por la disminución en las ventas y en el número de turistas desde que entró en operación la doble calzada de la Concesión de Pacífico 2 que, al igual que en Bolombolo, atraviesa a la localidad desde arriba.
“Mire esas mesas vacías, antes esto era lleno de gente. Y eso que la doble calzada no la han inaugurado del todo, aún están construyendo”, comenta Ramiro Giraldo, dueño de un restaurante en La Pintada. Dice, además, que las ganancias han caído en un 50 %.
Algunos locales han comenzado a despedir empleados porque los bajos ingresos ya no alcanzan para sostenerlos, dice Janeth Úsuga, propietaria de un supermercado.
En el Nordeste, el proyecto Vías del Nus promete disminuir, a la mitad, el tiempo de viaje entre Medellín y Cisneros. Pero en veredas como El Limón, del municipio de Santo Domingo, la comunidad solicita a la concesión la creación de intercambiadores o retornos que los comuniquen con las 4G. Yadira Muñoz, habitante de esta vereda, dice que por ahora no cuentan con accesos directos y que “nadie va a querer dar esa vuelta tan impresionante hasta el retorno. Vamos a quedar muertos”.
Al respecto, Louis Kleyn, presidente de la Agencia Nacional de Infraestructura, ANI, indicó que precisamente el sentido de las 4G es garantizar una comunicación rápida y, por eso, la infraestructura vial no puede cruzar por todas estas localidades.
Sin embargo, Kleyn enfatizó en que la ANI contempla la posibilidad de construir vías complementarias, variantes y puentes peatonales.
“Eso lo estamos trabajando y, en muchos casos, hemos negociado con las comunidades y con los concesionarios para crear nuevos accesos”.
Agregó que el Plan Nacional de Desarrollo tiene previsto que exista intervención de obra pública sobre corredores concesionados y que esto a futuro va a permitir, por ejemplo, obras como la unión de Pacífico I en el intercambiador de Primavera y los tramos de doble calzada que quedaron por fuera entre Primavera y Camilo C. “Todos los contratos de concesión tienen la posibilidad de tener una adición del 20% en el presupuesto para muchas de estas obras complementarias”, concluyó.
De hecho, en Bolombolo sí se construirá un intercambiador, a la altura de La Sinifaná, a unos cinco kilómetros. Añade el comerciante Carlos Vásquez que por allí circularán los buses y el transporte de carga dirigido a Concordia, Betulia, Urrao, Salgar, Betania y Andes. Una opción para que, en medio de todo, el corregimiento no se paralice.
En Puerto Berrío, Magdalena Medio, cualquier indicio de desarrollo se fue al traste con el cese en las obras de la Autopista al Magdalena. Están congeladas desde hace más de dos meses, cuando la concesión Aleatica le canceló el contrato a su contratista, OHL Construcciones, por supuestos incumplimientos.
Por eso, los comerciantes viven no solo con la incertidumbre de que pasará con el estancamiento de las obras, que tanto empleo trajo para la región, sino cómo van a sobrellevar el impacto cuando las 4G terminadas reduzcan los trayectos de 6 a 3 horas y los vehículos de carga no pasen más por Puerto Berrío.
Santiago Ochoa, alcalde de Titiribí, dice que cuando las 4G entren en operación las únicas personas que van a ir a este municipio del Suroeste serán los residentes. Están condenados al “borrón y cuenta nueva”. Poco o nada de turistas, que van a seguir su tránsito y dejarán de lado a las veredas que están asentadas sobre la actual vía a Bolombolo.
“Todo el comercio de la vereda La Albania se va a quebrar, porque ellos viven del viajero, del transportador y del turista”, añade Ochoa.
Los habitantes están cansados de “luchar contra la corriente”. Y, concluye Ochoa, es inviable pensar que puedan desplazar sus negocios hasta la orilla de las nuevas carreteras. “Eso sería casi como tirar una moneda al río Cauca y esperar que alguien la recoja” .