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Cierres viales, desvíos y largas filas de vehículos desplazándose con lentitud se han vuelto parte del paisaje en varios puntos del Valle de Aburrá.
Desde el norte de Medellín a Itagüí, al menos siete obras de infraestructura , muchas de ellas con la misión de mejorar el flujo vehicular y la movilidad del área metropolitana, se han convertido en un dolor de cabeza para los conductores.
La pavimentación del carril de ascenso de la Avenida Las Palmas, los dos intercambios viales que se construyen en el corredor de la 80, los puentes a la altura de la estación Ayurá e Induamérica en Envigado e Itagüi, y los últimos trabajos del metrocable Picacho y el metroplús en la Avenida Oriental hacen parte de la lista de puntos problemáticos.
Juan Pablo Ospina Zapata, ingeniero civil, urbanista y miembro del Grupo Rise-Eafit, planteó que hay varias razones que podrían dar cuenta del problema.
“Hay que comprender que cuando una ciudad como la nuestra está en proceso de transformación es imposible que el tráfico vehicular no se afecte cuando se llevan a cabo esta serie de intervenciones”, planteó el experto, para quien el fenómeno está estrechamente ligado a la percepción ciudadana.
No obstante, Ospina aludió a varios factores que influirían en que la movilidad de la ciudad, en este caso asociada al vehículo particular, sea tan susceptible a las obras de infraestructura. En primer lugar, el urbanista señaló que el crecimiento del parque automotor avanza más rápido que los esfuerzos oficiales por ampliar la capacidad vial.
Según datos de la Secretaría de Movilidad de Medellín, al cierre de 2019, el Valle de Aburrá reportaba un total de 1.756.893 automotores.
Así mismo, según señaló el último Informe de Calidad de Vida de Medellín Cómo Vamos, aunque ese indicador se venía incrementando de forma sostenida desde 2011, entre 2018 y 2019 se registró “el mayor crecimiento de los últimos nueve años”, con una variación del 20 %.
Para Ospina, el comportamiento de esos indicadores contrasta con la reducida capacidad de la región para ampliar sus vías. “Sería una utopía pensar que la infraestructura se desarrollara al mismo ritmo. Es como si tuviéramos un vaso lleno de agua, a punto de rebosar, y le insertáramos cualquier elemento externo a ese vaso”, ilustró Ospina.
Aunque los embotellamientos se extienden por toda el área metropolitana, en el caso de Medellín, la Secretaría de Movilidad explicó su estrategia para enfrentar el problema.
En respuesta a un cuestionario remitido por este diario, la entidad argumentó que a través de una serie de Planes de Manejo de Tránsito implementa estrategias como cambios de sentido vial, planeación semafórica, desvíos, señalización preventiva y el despliegue de agentes de tránsito.
Explicó que se adelantan estrategias de comunicación para que los ciudadanos tomen rutas alternas, tengan horarios escalonados y se animen a utilizar el transporte público con las debidas medidas de bioseguridad.
Para conocer cuál es el panorama de estas obras, EL COLOMBIANO las visitó y consultó con las entidades responsables cómo va su ejecución